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Qué ver en Hiroshima


A ver, antes de ponerme a contarte qué ver en Hiroshima, te aviso: Hiroshima no es un destino cualquiera. Es uno de esos lugares que te remueven por dentro, te dejan con el corazón encogido, pero también con una sensación rara de paz. Esta ciudad, tristemente conocida por haber sido la primera en recibir una bomba atómica, ha sabido transformarse en símbolo mundial de paz y resiliencia.

Te voy a ser sincera (vamos, lo de siempre): la primera vez que visité el Memorial de la Paz lo pasé tan mal que no he querido volver a entrar al museo. Me vale con pasear por la zona, leer, recordar… Pero aún así te animo encarecidamente a visitarlo, al menos una vez en la vida. Es un «impepinable». Eso sí: lleva pañuelos, porque te va a tocar la fibra. La experiencia es intensa, pero creo que necesaria. Porque Hiroshima no es solo un destino para ver, es un lugar para sentir.

Las grullas de Sadako Sasaki

Qué ver en Hiroshima

Además de contarte que ver en Hiroshimal, déjame decirte que si tienes la JrPass ya activa, te vale para darte acceso al bus turístico de Hiroshima. El bus turístico tiene 3 recorridos (3 líneas) y te lleva a los lugares principales de la ciudad. Te dejo aquí el enlace de la web oficial para que lo bichees Bus Hiroshima con JrPass

Y aunque el bus sea un buen comodín, si puedes, recórrela y piérdete, porque Hiroshima no es solo historia y memoriales. Tiene una escena cultural muy viva, mercadillos locales, arte callejero, bares escondidos con música en directo y un ambientillo que engancha. Aquí la gente sonríe fácil, te ayuda sin que se lo pidas (doy fe) y te hace sentir parte de algo más grande. Porque sí, hay dolor en su pasado, pero también hay una alegría cotidiana que se nota en sus calles.

Peace Memorial Park

En pleno centro de Hiroshima, justo donde antes latía el corazón comercial de la ciudad, hoy se extiende un parque enorme que tiene huella. El Peace Memorial Park (sí, en inglés casi siempre) ocupa más de 120.000 metros cuadrados y está lleno de monumentos, memoriales y rincones que invitan a la reflexión. Se construyó donde la bomba arrasó todo, en lo que era el distrito de Nakajima, y hoy es un espacio para la memoria… y para la esperanza.

El punto más impactante es la Cúpula de la Bomba Atómica (Genbaku Dōmu), ese esqueleto de edificio que milagrosamente quedó en pie y que se ha convertido en símbolo mundial contra las armas nucleares. Está justo al lado del río y verlo en persona impone y toca el alma. Muy cerca está también el Cenotafio, con los nombres de todas las víctimas y una inscripción que pone los pelos de punta: “Descansad en paz, pues el error jamás se repetirá”.

También verás la Llama de la Paz, que no se apagará hasta que desaparezcan todas las armas nucleares del mundo. Y si vas en agosto, prepárate para los actos conmemorativos del día 6: farolillos flotando en el río, conciertos, silencio compartido… piel de gallina.

Y lo más loco es que, aunque el tema sea duro, Hiroshima no es gris ni apagada: es una ciudad viva, amable, con espacios verdes, ríos tranquilos y gente que no ha dejado que el pasado defina su presente. Pasear por este parque no es solo hacer turismo, es pararse un momento y conectar con algo más grande.

Children’s Peace Monument

Uno de los rincones más emotivos del Parque de la Paz es este monumento, dedicado a todos los niños que murieron por la bomba atómica. Para mí es un rincón obligatorio que ver en Hiroshima.
En lo alto hay una escultura de una niña levantando una grulla de papel: ella es Sadako Sasaki, una de las historias más conocidas (y duras) de Hiroshima. Sadako tenía solo 2 años cuando cayó la bomba. Sobrevivió al impacto, pero diez años después le diagnosticaron leucemia, una de las secuelas más comunes entre los “hibakusha” (los supervivientes del bombardeo).

Durante su estancia en el hospital, Sadako empezó a hacer grullas de papel con la esperanza de curarse. Según una antigua leyenda japonesa, si haces mil grullas (senbazuru), puedes pedir un deseo. Sadako llegó a completar unas 644 antes de fallecer, y sus compañeros de clase siguieron doblando hasta llegar a las mil. Desde entonces, la grulla de papel se ha convertido en símbolo de paz en Japón y este monumento recibe miles de ellas cada año, especialmente traídas por escolares.

Te confieso un TOC: desde que leí su historia se me quedó tan grabada, que cada vez que vuelvo a Japón (y ya van cuatro), me traigo una grulla de allí. Es mi pequeño ritual. Uno de esos gestos simples que te conectan con algo más profundo.

Peace Memorial Museum

Este museo abrió sus puertas en 1955 y lo visitan cerca de un millón de personas cada año. Y no es para menos. Está justo al lado del Parque de la Paz y es, probablemente, la parte más intensa de todo el recorrido por Hiroshima. El museo está dividido en dos zonas: una que cuenta cómo era la ciudad antes, durante y después del bombardeo, y otra que se centra en los efectos de la explosión y la radiación, con testimonios reales, objetos personales, ropa quemada, relojes parados a las 8:15 y fotos que te dejan sin palabras. Literal.

La entrada cuesta solo 200 yenes (sí, en algún sitio habrás leído que son 50, pero eso cambió), y vale cada céntimo. Eso sí: es una experiencia fuerte. Si eres de lágrima fácil o te afectan mucho estas cosas, mentalízate antes de entrar. Yo la primera vez salí bastante tocada y no he vuelto (con una fue suficiente), pero sigo recomendándolo porque creo que es una visita necesaria. Es duro, sí. Pero también es un recordatorio brutal del valor de la vida… y del desastre que no debería repetirse.

Castillo de Hiroshima

Este Castillo no es solo es algo que ver en Hiroshima, es de mis favoritos de Japón.
También conocido como Carp Castle, es uno de esos lugares que te transporta a la historia del Japón feudal. Originalmente construido en 1589, fue destruido por la bomba atómica, pero se reconstruyó en los años 50. Aunque el castillo moderno no es el original, sigue siendo impresionante y un símbolo de la ciudad.

Pero lo realmente mágico es caminar por sus alrededores. Rodeado por un hermoso lago y jardines, el sitio ofrece un respiro verde en medio del bullicio urbano. He vivido varios atardeceres en Japón, pero uno de los más mágicos fue justo aquí, en Hiroshima. El sol se refleja sobre el agua, creando un ambiente tan tranquilo y hermoso que parece sacado de un sueño. Si tienes tiempo, es el plan perfecto para desconectar después de una visita intensa al museo y al Parque Memorial. Un ratito para respirar, disfrutar del paisaje y reflexionar. Sin duda, uno de esos momentos que te hacen sentirte afortunado de estar en Japón.

Nagarekawa

Y si te queda hueco y ganas de más cositas que ver en Hiroshima, Nagarekawa es el barrio que te va a conquistar. La principal arteria, Hondori Street, es una galería cubierta de 600 metros donde puedes encontrar de todo: desde tiendas de ropa hasta restaurantes con los sabores más auténticos de la ciudad. Lo mejor es que está justo al este del Parque de la Paz, así que puedes ir a hacer compras o cenar después de tu visita al memorial sin perder tiempo. Y si te entra el hambre, Okonomi-mura, o «Okonomiyaki Village», es el sitio ideal para probar este plato típico de Hiroshima, ¡con 26 locales dedicados a prepararlo!

No te pierdas la zona de Yagenbori Dori, que se anima aún más cuando cae el sol, ofreciendo desde pachinko hasta cervezas frescas en pequeños pubs. Un plan perfecto para dar rienda suelta a la noche después de un día intensito.

Miyajima

Si estás en Hiroshima, no puedes perderte Miyajima, una de las islas más emblemáticas de Japón y mi súper crush japonés. La buena noticia es que llegar allí es super fácil: está a solo 30 minutos en tren y ferry desde el centro de Hiroshima (sí, lo cubre el JrPass). Así que en un par de horas, puedes dejar la ciudad atrás y sumergirte en la tranquilidad de esta pequeña isla, conocida por su paisaje natural, templos antiguos y, claro, ese torii rojo que te va a dejar sin aliento.

Una vez en Miyajima, puedes recorrer el Santuario Itsukushima, que es Patrimonio de la Humanidad, o caminar por la isla para ver ciervos vagando libremente (sí, como en Nara). Si eres de los que disfrutan de las vistas impresionantes, sube al Monte Misen en teleférico o caminando, y tendrás panorámicas increíbles del mar y las montañas que rodean la isla. Es un plan perfecto para una excursión de un día, o incluso para pasar la noche si quieres relajarte aún más en un ambiente más tranquilo. Y encima te dejo la guía completa y gratis en este enlace.

Dónde dormir en Hiroshima

Si vas a Hiroshima, te recomiendo dormir en Miyajima. Sí, lo has leído bien, ¡en Miyajima! Aunque la mayoría de los turistas pasan el día y vuelven a Hiroshima por la tarde, lo realmente mágico sucede cuando los barcos se van y la isla se queda tranquila. Imagina estar rodeado de naturaleza, con las vistas del torii flotante y el Santuario Itsukushima casi para ti solo. Cuando cae la noche y la multitud desaparece, Miyajima se convierte en un lugar casi místico, si es que eso es posible.

Hay varios alojamientos en la isla, desde ryokan tradicionales hasta pequeños hoteles con vistas al mar. Dormir allí te permitirá disfrutar de la isla sin prisas, pasear por las calles vacías al atardecer y empezar el día con una calma que no se encuentra en las zonas más turísticas de Hiroshima. Es, sin duda, una experiencia que te deja un sabor especial, y es el tipo de plan que hace que tu viaje a Hiroshima sea aún más único.

Te cuento más en el artículo de Miyajima, pero que sepas que te recomiendo con toda mi alma el ryokan Miyajima Guest House Mikuniya para despertar así de cuco.

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