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Qué ver en Kioto


Tras 3 visitas, la lista de cosas que ver en Kyoto es en sí un impeinable de Japón. Si me amenazaran con una katana para elegir entre Kyoto y Tokio, no lo pensaría dos veces: ¡Kyoto es la ganadora! Aunque hoy en día Tokio es la capital de Japón, Kyoto fue la capital del país durante más de mil años, y esa historia y tradición se respira en cada rincón. Tokio, la capital del este, es un universo vibrante de modernidad, pero Kyoto es la esencia pura del Japón tradicional. Esta ciudad tiene un magnetismo especial, y cada vez que voy, descubro algo nuevo que me hace querer quedarme un día más. Y aunque suene a tópico, de verdad nunca es suficiente con un par de días.

Lo bueno de Kyoto es que se puede usar como base para explorar otras ciudades cercanas como Osaka, Nara o incluso Okayama. En mis viajes, siempre he pasado entre 3 y 4 días aquí, y aún así siento que me quedo con ganas de más. Está todo tan cerca y es tan fácil moverse que no hay excusa para no aprovecharlo. Y es tan jodidamente especial y bonito.

Mi Japón favorito

Qué ver en Kioto

¿Qué ver en kioto? Una ciudad llena de templos, jardines, palacios y barrios antiguos donde cada calle es una obra de arte. Desde el refinado Gion Corner, con su ambiente tradicional y elegante, hasta el majestuoso Templo Kiyomizu, suspendido sobre pilotes de madera y con vistas espectaculares de la ciudad, Kyoto es una especie de parque temático para los amantes de la historia y la cultura japonesa. Aquí te voy a dejar los impepinables, los que he repetido dos veces, pero no te preocupes, que si te coordinas bien, te cabe la segunda parte. No es que sean prescindibles, pero mis favoritos son estos.

Moverse en Kioto

En Kyoto, moverse no es tan fácil como en otras ciudades como Osaka, donde el metro y el tren cubren casi todos los puntos turísticos. En Kyoto, para acceder a la mayoría de los sitios importantes, como templos o barrios históricos, el transporte en tren o metro no te llevará directamente. Lo ideal en Kyoto es usar el autobús, ya que conecta bien los lugares más emblemáticos de la ciudad. Para más detalles sobre las rutas y horarios, puedes consultar la web oficial de los autobuses de Kyoto aquí.

Por cierto, Kioto tiene 1001 lugares que visitar, así que aquí lo de improvisar no es muy recomendable. Mejor hazte una lista de tus favoritos y organiza bien la ruta, porque aún así se te va a ir de las manos…

Fushimi Inari

He estado tres veces en Fushimi Inari y, aunque nunca he llegado hasta la cima del monte (por culpa del mal tiempo, no por falta de ganas), siempre acabo perdiendo la noción del tiempo allí. Es un sitio gratuito y abierto 24 horas, así que lo ideal es llegar al amanecer: cuanto antes, mejor. Así puedes pasear entre los torii rojos sin agobios, disfrutar del silencio del bosque y empaparte de la atmósfera casi mágica.

Este santuario es uno de los más icónicos de Japón y está dedicado al dios Inari, protector del arroz y los negocios. Por eso, los miles de torii que tapizan el camino hasta la cima del monte han sido donados por comerciantes como símbolo de gratitud. La ruta entera son unos 4 km de subidas y bajadas entre arcos, con pequeños altares y figuras de zorros (los mensajeros del dios) salpicando el recorrido. Es una experiencia súper espiritual y también muy visual, como meterse en un túnel rojo sin fin.

Fushimi Inari se encuentra a un paso de Kioto o Nara (solo unos minutos en tren desde la estación Inari), así que no hay excusas para perdérselo. Cada visita es diferente: hay cruces, recovecos, templos ocultos… y si te coincide con un festival, como el de Año Nuevo, lo flipas con el ambientazo. Aunque hay más santuarios con torii en Japón, ninguno se le compara: Fushimi es un lugar vivo, con historia y energía propia. Una de esas visitas que no se olvidan.

Zapatips: asegúrate de que merece la pena (el tiempo esté decente) antes de darte la zurra de subir a la cima y otra cosita, está prohibido comer mientras caminas, que no se te escape ese detalle.

Sannenzaka y Ninnenzaka

Esta es, sin duda, una de las zonas con más encanto que ver en Kioto: las callejuelas de Sannenzaka y Ninenzaka. A primera vista parecen una bajada más, pero en cuanto te dejas llevar por el empedrado y las casas de madera, se convierte en un paseo inolvidable. Tiendas tradicionales cuidadas con mimo, casas de té que invitan a parar y ese ambiente entre lo antiguo y lo vivo que tan bien sabe conservar Japón. Eso sí, son calles preciosas pero súper transitadas.

La única forma de disfrutarlas de verdad es madrugando tanto como para llegar a Fushimi Inari al amanecer. Yo lo hice, y a las 7:55 ya había una cola enorme para entrar a uno de los Starbucks más bonitos del mundo (y desde luego, el más japo que he visto en mi vida).

Kiyomizu Dera

Kiyomizu-dera es uno de los templos más famosos que ver en kioto (y más visitados de todo Japón). Lo mires por donde lo mires, es una joya. El edificio principal, construido completamente en madera de ciprés y sin usar ni un solo clavo, se alza sobre la ladera con una estructura de cientos de columnas que desafían la gravedad y regalan unas vistas espectaculares de Kioto… si tienes suerte y el día está despejado, claro. A pesar de madrugar, nunca he conseguido verlo sin gente, pa’ que te voy a engañar, pero el lugar lo compensa. Hay varios recintos en el complejo, pero uno muy curioso es el santuario Jishu, donde si caminas con los ojos cerrados entre dos piedras separadas por 18 metros, se dice que encontrarás el amor (es para una amiga).

A mí me fascina el ambiente que tiene este sitio, a pesar del bullicio. Tiene esa mezcla de solemnidad y cotidianidad japonesa que te hace parar. Recomendación de zapas viajeras: no corras, date tiempo. Aunque esté hasta arriba, aunque no consigas la foto sin gente (estas me costaron como 20 minutos), aunque haya que esquivar grupos escolares con guía a voz en grito. Hay pocos lugares en Kioto que concentren tanta belleza y tanta energía.

Ryozen Kannon

Ryozen Kannon no está en la lista top de qué ver en kioto, así que aprovecha. Este pequeño templo alberga una imponente estatua de 24 metros de altura de Kannon, la diosa de la misericordia, construida en 1955 como homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Por solo 300 yenes puedes recorrer el recinto, recibir un incienso que se ofrece a modo de oración, y entrar dentro de la figura, donde encontrarás representaciones de los signos zodiacales japoneses y una pequeña sala conmemorativa.

Lo que más me gustó fue la serenidad del lugar. En apenas 30 minutos (sin prisas), puedes recorrerlo todo y disfrutar de unas vistas diferentes, más limpias y menos saturadas que en otros templos. No es el más conocido, pero sí transmite una paz difícil de encontrar en las zonas más turísticas de Kioto. Merece la pena el desvío si te apetece un momento de silencio y recogimiento.

Kodai Ji

Kōdai-ji es de esos templos que igual pasan desapercibidos en una ruta por Kioto… hasta que los visitas. Está muy cerca de Kiyomizu-dera y Sannenzaka, así que no hay excusa para no acercarse. Yo lo tenía en mi lista, pero lo que no esperaba es que un señor japonés me regalara una entrada (o eso entendí entre su poco inglés y mi casi nulo japonés). El caso es que sí, era una entrada válida para este y otros dos templos. Y menos mal, porque los dos jardines de Kōdai-ji son una maravilla: uno seco, de líneas limpias y piedra, y otro más frondoso, con estanques, puentes de madera y ese silencio que solo Kioto sabe regalar.

El recorrido entre los pabellones es tranquilo, con detalles cuidados al milímetro, y en un momento dado aparece una pequeña pasarela rodeada de bambú. No es extensa ni masiva como la de Arashiyama, pero tiene un encanto especial, casi íntimo. Es como una especie de aperitivo zen antes de enfrentarse al gran bosque. En resumen: un templo que sorprende, que invita a la calma y que, si te regalan la entrada, pues ya es redondo.

Gion

Gion es uno de los barrios más emblemáticos y tradicionales de Kioto, conocido por sus callejuelas adoquinadas, casas de té y la atmósfera que transporta al visitante a épocas pasadas. El barrio se divide en dos hanamachi: Gion Kobu, más grande y con mayor actividad, y Gion Higashi, más pequeño y discreto. Pasear por sus calles es como sumergirse en el corazón cultural de Japón, rodeado de farolillos, casas de geishas (okiya) y tiendas de artesanía.

Hanamikoji, mi rincón favorito para ver geishas
De todas las calles de Gion, Hanamikoji es mi favorita. Esta calle, bordeada de ochaya y restaurantes de cocina kaiseki, es uno de los puntos clave donde es más probable ver a geishas y maikos desplazándose entre compromisos, especialmente entre las 16:00 y 17:00. La zona rebosa elegancia y misterio, con la famosa casa de té Ichiriki como símbolo de su exclusividad. Pasear por Hanamikoji al atardecer, cuando la luz cálida se mezcla con el silencio del barrio y los susurros de seda de los kimonos, es una experiencia profundamente japonesa.

Mi experiencia: respeto, detalles y emoción
Lo que hice fue ir hacia las 16-17h a Hanamikoji, justo en la franja en la que aumentan las posibilidades de ver geishas. Hay que ser muy respetuoso: la zona está llena de carteles recordando las normas, incluso con dibujos para quien no entienda japonés o inglés. Aunque no veas ninguna maiko, el paseo en sí ya vale totalmente la pena. Lo que más me impresionó fue el silencio, la discreción de los vecinos y la sensación de estar en un lugar que se cuida con mimo. Para mí, Gion no es solo un sitio bonito: es un lugar al que siempre querré volver.

Arashiyama

Arashiyama, que aunque lo he dejado para el último, es de los absolutos impepinables que ver en Kioto. Su impresionante bosque de bambú es un verdadero santuario natural que parece sacado de otro mundo. Aunque está abierto las 24 horas y la entrada es gratuita, la afluencia de turistas hace complicado disfrutarlo en total paz. A pesar de los inevitablemente frecuentes codazos, la magia de la naturaleza y el entorno sigue siendo cautivadora. Si puedes soportar la multitud, definitivamente vale la pena la visita. Mi recomendación es llegar a la estación de Saga Arashiyama y caminar desde allí, ya que el trayecto hacia el bosque es encantador y te permite sumergirte más en el paisaje.

El recorrido por la pasarela de bambú no es largo y se puede recorrer en unos 40 minutos, pero lo más mágico ocurre cuando te adentras en el susurro de las cañas de bambú que, al moverse con el viento, crean una melodía suave y casi hipnótica. Este sonido es tan único que ha sido incluido en la lista de los «100 sonidos más representativos de Japón». Más allá de la pasarela principal, Arashiyama se extiende por un parque mucho más grande, donde los senderos ofrecen una sensación de estar completamente aislado del bullicio, con vistas al río Hozu y pequeños templos escondidos entre la vegetación.

Dónde dormir en Kioto

Aunque Kioto da para mucho más que una escapada, si andas corta de días lo ideal es usarla como base para explorar la región: desde aquí puedes ir y volver a Nara, Osaka o incluso Himeji en el mismo día. Pero Kioto tiene ese no-sé-qué que te atrapa, así que mejor dormir aquí y aprovechar sus noches tranquilas, sus callejuelas iluminadas con faroles y su oferta de ramen que no te la acabas.

Yo me quedé en el Ms Hotel Gojo Odawara y repetiría sin dudar: bien situado, sin ruidos, cómodo y con un diseño funcional que va al grano. Vamos, un acierto total si lo que buscas es descansar bien para seguir pateando templos al día siguiente.

Dónde comer

Si hay un sitio al que siempre vuelvo en Kioto es Musashi Sushi, en pleno Gion. No esperes lujos ni manteles de lino: esto va de sushi en cinta, rico, rápido y a buen precio. Vas cogiendo lo que te apetece mientras pasa (aunque también puedes pedir al chef), y cada plato cuesta lo mismo. Por unos 10 € puedes salir rodando de lo que comes, y con una sonrisa de oreja a oreja. Me encanta porque combina lo práctico con lo delicioso, y porque después puedes perderte por las calles de Gion con el estómago y el corazón contentos.

Y recuerda que estoy al otro lado de «organizo tu viaje», que tras 4 vueltas por Japón, probablemente pueda darte alguna pista útil o un buen tip para tu aventura.

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