Qué ver en Motohakone
Te voy a ser sincera, Mari: si he vuelto a Japón una cuarta vez, ha sido por culpa del monte Fuji. Pero culpa de la buena, de la que te grita que te falta algo. Y así es, nunca pensé que las vistas desde el lago Ashi fueran tan brutales. No estoy exagerando: me hubiese quedado ahí, flotando en silencio, con esa imagen perfecta del volcán al fondo. Porque sí, hay muchos sitios desde donde ver el Fuji… pero pocos como Motohakone.
Y lo mejor es que el momentazo empieza antes de llegar: si pillas el tren desde Kioto en día despejado, ya puedes asomarte a la ventanilla y empezar a llorar de emoción (bueno, tal vez eso solo me pase a mí). Eso sí, consejo de Mari: olvídate de la JR Pass para esta parte del viaje. No cubre casi nada, así que mejor deja esta zona para cuando se te haya agotado el pase y aprovecha el resto del bono para moverte por Japón como una reina. Aquí, en Hakone, toca tomárselo con calma.
Siempre no es suficiente
Motohakone no es enorme, pero tiene una concentración de postales por metro cuadrado que no es ni medio normal. Aquí el ritmo es otro: barquitos que parecen sacados de un anime, toriis a orillas del lago, templos escondidos entre niebla, y si el día está despejado… el Fuji vigilando desde el fondo como si fuera un decorado hecho a medida. Así que si tienes solo unas horas (o un día entero), aquí va mi selección de los sitios que tienes que ver en Motohakone sí o sí. Impepinables, como siempre.
Puede parecer fácil llegar a Motohakone, y lo es… lo es si la zapas se ha pasado día y medio organizando las distintas opciones y creando el itinerario perfecto después de visitar Japón durante 8 años. Y es tan maja que te lo deja para que te copies y te ahorres el curro.
Lo ideal es hacer base en Odawara, porque no sólo es un nudo de conexiones, sino que además puedes aprovechar para ver su castillo (te lleva un par de horitas a ritmo zapas) y, ojo, hacerte una foto con el Manneken Pis japonés (porque Japón nunca deja de sorprendernos).
Desde Odawara tienes varias opciones para subir a Motohakone, pero la más cómoda es el bus de la compañía Izu Hakone, que te deja directamente a orillas del lago Ashi. Si tienes dudas, los señores autobuseros de la estación te lo explican con más paciencia que un monje zen, así que no dudes.
Hay mil formas de explorar Hakone, pero yo elegí quedarme en Motohakone por estar en plena naturaleza, con vistas brutales al monte Fuji (spoiler: lloré nada más bajarme del bus, te lo cuento más abajo en la parte de dónde dormir 🥹) y mucho, muy mucho, menos turístico.
💡 Consejo: si vas a moverte por la zona, pillarte el Hakone Free Pass (unos 5.000¥) es un acierto. Te cubre buses, trenes, teleféricos y hasta el barquito pirata durante dos días. Y así vas como una emperatriz japonesa, sin preocuparte por los billetes.
Uno de los rincones más icónicos de la zona y un must total que ver en Motohakone. Si has visto alguna foto de Hakone, seguro que era esta: un torii rojo plantado directamente en el lago Ashi, como si flotara entre montañas. Es la típica imagen de postal, y aun así, cuando llegas te revienta la vista a base de belleza. Es aún mejor en persona, ¿cómo es posible? Pues es jodidamente perfecto y ya.
Está a cinco minutos andando desde el puerto y aunque suele estar petadito de gente, yo conseguí hacerme una sesión de fotos durante casi 30 minutos a solas. Bueno, la sesión duró menos de 10 minutos, pero los casi 20 minutos con el silencio, el lago y el tori, es uno de mis momentazos en 4 visitas a Japón
La clave para disfrutarlo de verdad es ir a primerísima hora (sí, otra vez madrugón), cuando el lago aún no ha despertado del todo. Si el día está claro y el Fuji asoma tímidamente al fondo… no hay foto más icónica. Pero ya te aviso: incluso sin foto, este rincón se te queda grabado.
Cuando todos se agolpan abajo por la foto en el torii, escápate arriba. Tras una escalinata rodeada de cedros centenarios y farolillos de piedra, se encuentra el santuario principal, oculto entre el bosque como si quisiera pasar desapercibido. La subida es preciosa, especialmente si la haces con calma, escuchando el crujido de la grava y los pájaros. Nada de música, nada de tiendas, solo el sonido del Japón antiguo.
En lo alto, te espera un pequeño complejo sagrado que invita a hacer una pausa: puedes escribir un deseo en tablitas de madera (ema), comprar un amuleto, o simplemente sentarte en uno de los bancos a mirar el tejado rojo entre árboles. El santuario es gratuito y está abierto todo el día, así que no hay excusa. Es uno de esos sitios donde sientes que has llegado a algún lugar importante, aunque no puedas explicarlo.
¿Sabes esos sitios que parece que te los guardan en secreto? Pues este sendero es algo impepinable que ver en Motohakone. Rodeado de árboles altos, silencio y musgo, subir a este mirador es como meterse en un pomposo jardín japonés. Se accede desde la carretera (en Google Maps aparece como “Observatory Viewpoint”), y aunque se llama “mirador de los 200 escalones”, que no te asusten los comentarios: no es tan duro como lo pintan. Al revés, se sube en un ratito, y el camino es tan bonito que ni te enteras.
Arriba te espera un mirador sin apenas gente (ideal para respirar hondo y parar), y si el día está despejado, verás el Fuji en todo su esplendor, con el lago Ashi a los pies. No hay barandillas, ni souvenirs, ni cafeterías, solo bosque, piedra y vistas de ensueño. Y si llegas al atardecer… vas a subir de nivel directamente al cielo…
El lago Ashi no necesita filtros. Solo con darte un paseo por su orilla ya te mete de lleno en modo zen: cedros altísimos, silencio roto por algún cuervo (de esos que siempre aparecen en Japón) y, si el cielo colabora, el Fuji mirándote desde el fondo como si fuera el jefe final del viaje. No hace falta hacer el crucero para disfrutarlo (aunque ya hablaremos de eso). Aquí lo guay es caminar, parar, sentarte en un banco y dejar pasar el tiempo.
Además, hay varios senderos señalizados alrededor del lago que son fáciles de seguir y nada exigentes. Puedes ir paseando desde Motohakone hacia Hakone Shrine o incluso más allá, y en cada rincón tienes vistas nuevas: barquitos pasando, bruma flotando, árboles reflejados. Eso sí, si lo haces en otoño… prepárate para el espectáculo. Los colores de los árboles aquí parecen elegidos con paleta Pantone.
Vale, lo del barco pirata suena a chorrada para turistas… hasta que lo ves. Y lo montas. Y se convierte en uno de esos momentazos del viaje. Yo lo pillé desde Motohakone hasta Togendai (unos 30 minutillos), y te digo que entre las vistas del Fuji, el silencio del lago y el fresquito en la cara, es de los trayectos más bonitos que puedes hacer en Japón. Por dentro parece un decorado de película, con maderas, mástiles y hasta figuras marineras. Pero lo fuerte está fuera: el Fuji de fondo, el torii flotante a lo lejos y el monte reflejado en el agua.
El paseo cuesta unos 600 yenes, pero si tienes el Hakone Free Pass está incluido (¡compruébalo antes por si acaso!). Hay salidas frecuentes entre 9:30 y 17:00, pero como buena zapas precavida te digo: consulta siempre en taquilla, que ni la web está siempre al día. Ojo: hay otro barco más “normal” que iba hasta Kojiri Bus Station, pero cuando fui, esa parada ya no se hacía. Así que apuesta por el pirata, que es el más activo y, sinceramente, el más guay.
Si está despejado y quieres ver el Fuji como desde una postal aérea, súbete al Hakone Ropeway. El trayecto entre Togendai y Owakudani (y más allá si lo haces entero) es una maravilla: cabinas acristaladas, montañas onduladas, y si tienes suerte, el Fuji saludando al fondo. El trayecto total dura unos 25 minutos con varias paradas, pero incluso solo el tramo hasta Owakudani ya te regala paisajes de otro mundo. Y sí, está incluido en el Hakone Free Pass, así que otro puntazo para pillarlo.
Desde Togendai puedes subir directo a Owakudani, una zona volcánica donde verás fumarolas saliendo del suelo y podrás probar los famosos kuro tamago, los huevos negros cocidos en aguas sulfurosas (dicen que cada uno que comes te alarga la vida 7 años, tú sabrás 😜). Eso sí: a veces el trayecto se interrumpe por climatología o temas técnicos, así que deja siempre un plan B por si acaso. Si pillas buen día, la mezcla de paisaje volcánico + vistas del Fuji desde el cielo es de las cosas más marcianas y mágicas de todo Japón.
Zapatips: si el teleférico no va, camina 5 minutos a coger el bus desde la estación de Kojiri.
Tras la lista de cosas que ver en Motohakone, el plan perfecto es seguir la ruta hacia la zona de los Cinco Lagos del Fuji y Fujiyoshida, que para mí (y ya van cuatro viajes a Japón, ojo) fue el mejor itinerario que he hecho hasta ahora. Después de vivir el Fuji desde el lago Ashi y las alturas del ropeway, llegar al pie del volcán y visitar las famosa pagoda es el plan perfecto. Organízate como sea, pero no te saltes esta parte, que te la cuento en el siguiente artículo.
Después de tantos templos, barcos pirata y paisajes que parecen de Studio Ghibli, lo que necesitas es un sitio donde parar, respirar y mirar el monte Fuji desde la cama (o casi). Yo me quedé en Motohakone, justo a orillas del lago Ashi, y no exagero si te digo que nada más bajarme del bus solté lagrimita de emoción. El lugar, el silencio, el entorno… todo te abraza. Y el alojamiento que te recomiendo es para todos los bolsillos: RoheN ASHINOKO.
Este hotel de 3 estrellas tiene habitaciones con aire acondicionado, wifi gratis y varias opciones para distintos presupuestos (yo siempre mirando por mis Maris). Algunas habitaciones incluso tienen balcón, pero lo mejor es su ubicación: estás a menos de 10 minutos andando del Hakone Shrine, al lado del lago y con vistas brutales. Además, el ambiente del lounge es súper acogedor, tiene restaurante y bar, y si pillas noche fresquita, una copa mirando al lago sienta como un abrazo. Vamos, que si buscas quedarte en el sitio con más magia de Hakone… es este. Te dejo aquí el enlace del RoheN ASHINOKO
Motohakone no es precisamente el paraíso de los mil restaurantes, pero sí tiene joyitas bien escondidas. Si solo te puedo recomendar uno (porque sí, me lo comí literalmente), que sea este: Hakone Mashida. Un sitio acogedor, con comida rica, abundante y a precios nada locos para estar donde estás. Perfecto para reconectar con el estómago después de subir al mirador o bajar del barco con el pelo revuelto por el viento.
Yo me pedí un variadito, pero tienen desde udon con tempura como opciones más ligeras, sushi, arroz con cosas, y menú con bebida incluida. Además, el servicio es encantador y hablan un poco de inglés, que se agradece si vas en modo “señales y sonrisas”. Es uno de esos sitios que no salen en las guías pero se quedan en la memoria. Vamos, que si solo comes una vez en Motohakone, que sea aquí.
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