Si vas a Kioto y no te escapas a Nara, alguien te lo tiene que decir… estás cometiendo un error de principiante, Mari. Esta ciudad es uno de esos lugares que parecen sacados de un cuento nipón: templos milenarios, ciervos campando a sus anchas y rincones con una paz que solo se encuentra en Japón. A solo un paseíto en tren desde Kioto (o desde Osaka, si te pilla mejor), Nara es de esas excursiones de un día que no solo merecen la pena, sino que te reconcilian con el mundo. Y si tienes JR Pass, aún mejor, porque te subes a la Nara Line (que además para en Inari) y en menos de una hora estás en el paraíso.
Pero déjame advertirte algo porque no todo es perfecto en Nara: prepárate para los ciervos… y para los cuervos. Que sí, que los ciervos son adorables (y un poco pesados si huelen que llevas galletas), pero la fauna local tiene tela de peligro. Yo, ilusa de mí, iba alerta por si un ciervo me choriceaba el bocata, y de repente… ¡colleja por la espalda! ¿Un ciervo? No, un cuervo ninja, enorme, silencioso y con más mala leche… me robó más de medio sándwich, pero me dolió más la colleja, la verdad.
Aún así, te digo una cosa: cada vez que vuelvo a Kioto, Nara cae. Porque es impepinable, y porque los paseos entre templos, ciervos y paisajes que parecen de acuarela, no se olvidan. Aunque el cuervo siga allí, esperando su nueva víctima…
Qué ver en Nara
Más allá de los selfies con los ciervos (que se te intentarán comer el mapa, el bolso y la dignidad), lo que ver en Nara es un paseo por la historia viva de Japón. Aquí se conserva el templo de madera más grande del mundo, el Todai-ji, con su gran Buda de bronce; el precioso santuario Kasuga-taisha con sus miles de faroles (de mis favoritos); y el extenso Parque de Nara, ideal para pasear sin prisas y dejar que la historia te atropelle un poco. Insisto, ir a Japón o Kioto y no parar es Nara, es ir pa’ ná.
Kofuku Ji
Hay mucho que ver en Nara, así que tómate tu tiempo. Te recomiendo no ir de cabeza al parque de ciervos y tomarte un rato para callejear tranquilamente por la calle principal, Sanjō-dōri. Nara es diferente, tiene un aura especial: tiendecitas con dulces típicos, algún ciervo descarado que ya merodea haciéndose el despistado y un ritmo de vida más pausado que en las grandes ciudades. Tras apenas diez minutillos andando, se llega a la primera parada imprescindible: el templo Kōfuku-ji, uno de los más antiguos e importantes del país.
Fundado en el año 669, este templo fue trasladado a Nara en 710 cuando la ciudad se convirtió en la capital del país, y ha sido durante siglos uno de los centros del poder budista. Su imagen más icónica es la pagoda de cinco pisos, que con sus 50 metros de altura (la segunda más alta de Japón). Pero Kōfuku-ji no es solo fachada: en su complejo se encuentran también el salón central (hondō), restaurado recientemente, y el impresionante Museo del Tesoro Nacional. Aunque puedas ver el exterior de forma gratuita, si te interesa el arte religioso japonés merece mucho la pena pagar la entrada para el museo y el salón restaurado.
Parque de Nara
Si hay algo que sí o sí hay que ver en Nara es el parque, mucho más que un simple espacio verde. Es el corazón vivo de la ciudad, un lugar donde los templos históricos, los caminos arbolados y una comunidad de más de 1.200 ciervos en semi-libertad conviven de una forma que solo puede pasar en Japón.
Según una antigua leyenda, uno de los dioses del santuario Kasuga llegó a Nara montado en un ciervo blanco, y desde entonces se les considera mensajeros divinos. Durante siglos, matar a uno se castigaba con la muerte. Hoy, ya no son divinos oficialmente, pero siguen protegidos como tesoros naturales nacionales. ¿Lo mejor? además la entrada al parque es gratuita, y para disfrutarlo con calma y poder visitar algunos de sus templos principales, te recomiendo dedicarle entre una hora y media y dos horas y media.
Un zapatip: no subestimes su instinto ladronzuelo. Hay quien va con la idea de darles galletitas especiales (shika senbei, que se venden allí mismo), pero como te despistes, también te levantan el mapa, el pañuelo… o tu bocadillo. A mí me atacó por sorpresa un cuervo ninja mientras vigilaba a un ciervo que me curioseaba de cerca. Así que entre ciervos y aves oportunistas, mejor ten siempre el radar activado.
Eso sí, no está permitido darles cualquier tipo de comida, solo las galletas autorizadas. Y, por favor, nada de acosarlos, tocarlos a la fuerza o meterles el móvil en la cara. Son animales, no peluches.
Todai Ji
Tōdai-ji es de los súper impepinables de Nara (y Japón) no solo por su imponente Daibutsu (gran Buda), que mide más de 16 metros de altura y pesa 500 toneladas, sino por todo lo que representa. Esta colosal figura de bronce, construida originalmente en el siglo VIII, es una representación del Buda Vairocana, y está sentada sobre los pétalos de una flor de loto. El templo en sí ha sido reconstruido varias veces por incendios y terremotos, y la estructura actual, que data del siglo XVIII, sigue siendo el edificio de madera más grande del mundo. Aún así, es más pequeño que el original.
Recorrer este lugar impone. No solo por su escala, sino por su historia, su aura, y la belleza arquitectónica de cada rincón. Según la leyenda, el Daibutsu se construyó con la colaboración de más de dos millones y medio de personas (una cifra probablemente exagerada, pero reveladora de su magnitud). Los ojos del Buda miden un metro cada uno, y su nariz sobresale medio metro del rostro.
Y aquí viene la parte más divertida: en una de las columnas traseras del Daibutsuden hay un agujero del tamaño exacto de esa nariz. Se dice que si consigues pasar por él, alcanzarás su sabiduría. He ido tres veces, y la primera no me lo pensé: aunque solo había niños haciéndolo, me metí por el agujero como si fuera la cosa más normal del mundo. Me miraban raro, pero bastó que yo lo hiciera para que otros «adultos» empezaran a animarse también. Alguien tenía que lanzarse primero… y fui yo. No puedo prometer que salí más sabia, pero tenía que intentarlo.
El templo abre todos los días: de 8:00 a 16:30 (de noviembre a febrero) y hasta las 17:00 en marzo. La entrada al Daibutsuden cuesta 500 yenes, y si quieres visitar también el Tōdai-ji Museum (altamente recomendable si te gusta el arte religioso japonés), puedes coger una entrada combinada por 800 yenes. El museo abre a las 9:30 y cierra media hora antes que el Daibutsuden. Puedes consultar toda la información oficial en su web: www.todaiji.or.jp
Kasuga Taisha
Lo siento, pero es otro impepinable que ver en Nara. Lo sé, todo me parece impepinable, tal vez por eso ya he ido 4 veces…
En medio del bosque, al final del paseo, aparece Kasuga Taisha, un santuario sintoísta que parece sacado de un cuento. Construido originalmente en el año 768 suele ser renovado cada 20 años durante los siglos (es como una tradición). Destaca sobre todo por su ambientazo místico: más de 3.000 faroles de piedra y de bronce decoran los caminos, pasillos y templos. La escena, especialmente si hay niebla o una luz tenue al atardecer, es inolvidable. Todos estos faroles son donaciones, y aunque normalmente están apagados, dos veces al año (en febrero y en agosto) se celebra el Mantōrō, el festival en el que se iluminan todos a la vez. Si puedes cuadrarlo con tu viaje, no te lo pierdas por nada.
El santuario es uno de los más importantes del país, dedicado a los dioses protectores de la ciudad y la familia Fujiwara, una de las más poderosas del Japón antiguo. La entrada al recinto principal cuesta 500 yenes, aunque se puede pasear libremente por los alrededores. También hay un pequeño museo del tesoro con reliquias interesantes por 400 yenes más.
Kasuga es uno de esos lugares en los que no solo disfrutas con la vista, sino con el silencio, el olor a madera antigua, a musgo y a incienso. Es enorme, así que muy mal se te tiene que dar para no encontrar una zona y quedarte a solas. Ese ambiente entre espiritual y sereno que lo convierte en mucho más que una visita turística. Además, el camino hasta allí desde el parque está lleno de sorpresas: faroles cubiertos de musgo, ciervos escondidos entre los árboles, raíces retorcidas que parecen esculturas naturales… Es, sin duda, uno de mis rincones favoritos de Nara.
¿Dónde dormir en Nara?
Nara es uno de esos lugares que te atrapa con su calma, su historia y su conexión con la naturaleza. Ya sea paseando entre los ciervos en el parque, maravillándote con el Daibutsu o respirando aire puro en Kasuga Taisha, hay algo en el ambiente que te hace querer quedarte más tiempo. Pero como suele pasar, el tiempo se escapa y al final es hora de decir adiós.
Si eres como yo y te quedas con la sensación de que aún te falta algo que ver en Nara, no te preocupes: Nara está a tan solo un paso de Kioto. Personalmente, siempre recomiendo alojarse en Kioto durante tu aventura por la región. Su conexión de transporte es tan buena que te permite hacer la escapada a Nara fácilmente, pero al final del día puedes relajarte en Kioto, disfrutar de su ambiente tranquilo y de su oferta gastronómica y cultural. De esta forma, tienes lo mejor de ambos mundos.
Ah, que no se me olvide, este fue mi último acierto: el Ms Hotel Gojo Odawara
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