Qué ver en Fujiyoshida
Fujiyoshida es ese rincón donde el Monte Fuji no solo una postal, es casi tu vecino. Aquí no lo miras desde lejos: se planta delante de ti, enorme, solemne, y es casi imposible no verlo mientras caminas. La ciudad en sí es modesta, muy japonesa de a pie. Pero justo ahí está la gracia: cero artificio, mucho Japón auténtico, y un paisaje que parece hecho para recordarte que la naturaleza siempre gana.
No sé realmente por qué motivo nunca le había dedicado más tiempo a este rincón nipón, porque me parece una auténtica maravilla: aquí disfrutas del Fuji de cerca y de la que posiblemente sea la pagoda más famosa de todo Japón, la Chureito. La mayoría viene solo de pasada, para sacar esa foto clásica que llena portadas e Instagram. Pero Fujiyoshida es más que un fotomatón: es ciudad santuario, base de peregrinos durante siglos y sitio donde todavía se respira esa mezcla entre espiritualidad y vida cotidiana. No es Tokio ni Kioto: aquí todo va más despacio, y precisamente por eso engancha.
A los pies del Fuji
Cualquiera te va a decir que el impepinable que ver en Fujiyoshida es, sin dudam la pagoda Chureito, dentro del santuario Arakura Sengen. Pero hay más. Luego tienes el Kitaguchi Hongu Fuji Sengen-jinja, un santuario milenario rodeado de cedros gigantes, puerta de entrada espiritual a las rutas que suben al Fuji. Y no te pierdas el Fujiyoshida Sengen Park o la Honcho Street, esa calle que alinea el volcán al fondo como si lo hubieran diseñado a propósito. Si te va el rollo temático, hasta hay un parque de atracciones (Fuji-Q Highland) con montañas rusas de récord y vistas al Fuji que casi dan más vértigo que las propias atracciones.
Yo, aquí, solo te voy a mostrar lo que para mí hay que ver en Fujiyoshida, otro obligatorio de Japón
Llegar a Fujiyoshida no es complicado y además yo lo hice sin JR Pass, combinando buses y barcos, y creándome un itinerario para repetir mil veces.
Empecé en Odawara y de ahí pillé un autobús hasta Motohakone (desde Odawara tienes varias opciones para subir a Motohakone, pero la más cómoda es el bus de la compañía Izu Hakone, que te deja directamente a orillas del lago Ashi). En Motohakone es donde pasé la noche (planazo, porque despertarse junto al lago Ashi tiene su magia).
Al día siguiente toca la parte divertida: el barco pirata hasta Togendai, con vistas de vértigo y el Fuji asomando si el día acompaña. Después de disfrutar de Togendai, coges un bus directo a Gotemba que tarda poco más de una hora y cuesta unos 1000 yenes.
Ya en Gotemba, cambio rápido: bus hacia Fujikyu Highland (Fujiku), unos 40 minutos, billetes que compras en efectivo o con tarjeta en la misma estación. Fácil, bien señalizado y, lo mejor, vas encadenando paisajes espectaculares.
💡 Zapatip: si vas a moverte por la zona, pillarte el Hakone Free Pass (unos 5.000¥) es un acierto. Te cubre buses, trenes, teleféricos y hasta el barquito pirata durante dos días. Y así vas como una emperatriz japonesa, sin preocuparte por los billetes.
La Honcho-dori de Fujiyoshida es la calle más instagrameable de Japón, así sin anestesia. Ese encuadre con el Monte Fuji de fondo parece diseñado para un póster, y claro, aquí viene medio mundo con el móvil en la mano. ¿El resultado? Policías organizando el tráfico, coches pitando porque la gente invade el asfalto y turistas haciendo cola como si fueran a entrar en Disneyland. Y mientras tanto, el Fuji decide si aparece o no, escondiéndose entre nubes como un divo. Si lo pillas despejado, la foto te la llevas grabada en la retina.
Pero ojo: que no cunda el pánico si no ves el Fuji al primer intento. Lo mejor es tomárselo con calma, volver a primera hora o al final de la tarde, cuando la luz es más suave y la calle se vacía un poco. Y un consejo de oro: no te limites a esta calle. Basta desviarse un par de manzanas para encontrar ángulos más tranquilos, menos postureo y hasta detalles como el torii con cuerdas en la vía principal, que le da un aire ritual a un sitio que, en esencia, es puro Japón con el añadido de Instagram.
Mi plan favorito que hacer en Fujiyoshida pasa por cruzar una calle tras otra flipando con las casas y las vistas (cuando el Fuji se deja). Si la calle famosa te sabe a poco (o a demasiado turista), Fujiyoshida tiene varios rincones secretos que le ganan en calma y autenticidad. Basta patear calles paralelas para descubrir fachadas con sabor retro, cables eléctricos que dibujan siluetas imposibles y el Monte Fuji asomando entre edificios. Aquí no hay policías controlando ni coches tocando el claxon: solo tú, tu cámara y esa sensación de estar capturando la postal que casi nadie se lleva.
Además, en estas calles el Fuji se muestra más generoso: aparece entero, sin tanto caos de tráfico en primer plano. Si subes un poco por las laderas, encontrarás ángulos donde el volcán se alinea con templos, casas tradicionales o incluso con el famoso torii con cuerdas que parece un guiño espiritual en medio de la ciudad. Esos lugares tienen menos likes en Instagram, pero más alma. Y al final, créeme, la foto que más recordarás no será la que ya han hecho miles, sino la que te regaló un rincón inesperado.
La Chureito Pagoda es el auténtico icono de Fujiyoshida, esa imagen que probablemente hayas visto en mil postales: la pagoda roja, el Monte Fuji de fondo y, si viajas en primavera, un mar de cerezos en flor. Lo mejor es que la entrada es gratuita y está abierta las 24 horas, así que puedes organizar tu visita para esquivar codazos o incluso probar suerte al amanecer o al atardecer. Y, a pesar de ser súper conocida, créeme que merece la pena tanto la pagoda, como el esfuerzo de llegar sin gente y disfrutar de este cuadro de la naturaleza casia solas…
Llegar hasta arriba requiere un poquito de esfuerzo —unos 15 a 25 minutos de subida dependiendo de tus gemelos—, pero la recompensa es brutal: cada parada en las escaleras te va regalando vistas más espectaculares.
Lo bonito de la Chureito es que no se queda en “el sitio de la foto”, sino que transmite algo más. Mientras subes, te cruzas con locales haciendo deporte, peregrinos que paran a rezar, y familias que disfrutan del mirador como si fuera el balcón de su ciudad. El contraste entre lo urbano de Fujiyoshida y lo majestuoso del Fuji se siente con fuerza aquí. Y aunque cueste creerlo, cuando llegas arriba, la foto deja de ser lo importante: lo que impresiona es estar ahí, delante de una de las vistas más famosas de Japón, en carne y hueso.
En Japón las alcantarillas son casi un museo al aire libre, y Fujiyoshida no se queda atrás. Aquí el suelo se convierte en galería: tapas decoradas con escenas del Monte Fuji, flores locales o motivos tradicionales que transforman lo cotidiano en arte urbano. Es increíble cómo algo tan funcional puede volverse objeto de fotografía y colección; de hecho, hay gente que recorre ciudades enteras solo para “cazar” alcantarillas únicas.
En Fujiyoshida es inevitable que acabes mirando más al suelo que al paisaje (y eso con el Fuji delante ya es decir mucho). Las tapas están tan bien hechas, con colores vivos y diseños detallados, que parecen pequeñas postales incrustadas en el asfalto. Caminar por la ciudad se convierte en una especie de gymkhana estética, donde cada esquina puede regalarte un nuevo dibujo inesperado. Es ese tipo de detalles que hacen que la ciudad te atrape, porque demuestra que aquí la belleza se cuela hasta en lo más cotidiano.
Si Fujiyoshida es la postal, Kawaguchiko es el mirador natural del Fuji. A solo cinco minutos en tren, este lago es el más accesible y famoso de los Cinco Lagos de Fuji, y con razón: aquí el monte se refleja en el agua como si alguien hubiera pintado el paisaje con Photoshop. Es el sitio al que vienes si quieres pasear tranquilo, hacer un mini-crucero, probar un onsen con vistas o simplemente sentarte en un banco a mirar cómo cambia el color de la montaña según la hora.
El conjunto de los Cinco Lagos (Kawaguchiko, Saiko, Yamanakako, Shojiko y Motosuko) rodea la base norte del Fuji, cada uno con su carácter: desde el más turístico y cómodo hasta los más salvajes y menos visitados, perfectos para perderse sin mapa. Es un combo ideal si quieres quedarte más de un día por la zona.
Si buscas un sitio donde dormir en Fujiyoshida y despertarte con las mejores vistas del Fuji, Megu fuji 2021 es tu lugar. Sencillo, muy japonés en esencia y sin lujos innecesarios, pero con todo lo que necesitas: habitaciones limpias, camas cómodas y un aire minimalista que hace que el monte sea el protagonista de la estancia. La terraza y las ventanas están pensadas para que la primera imagen del día sea el Fuji y, créeme, no hay despertador que supere esa panorámica.
Además, los precios son súper decentes para lo que ofrecen: desde habitaciones individuales hasta dobles con vistas al lago y la montaña, todo en la línea de lo asequible dentro de la zona. La ubicación es estratégica, cerca de transporte local y de las calles principales de Fujiyoshida, así que puedes recorrer la ciudad y volver a tu refugio japonés con la sensación de que cada día empieza con un regalo.
Te dejo aquí el enlace del hotel para que lo bichees y mis fotos para demostrar que llevo razón 😛
Por cierto, ya estuve 4 veces en Japón, si necesitas que te monte la ruta alquien que sabe lo que hace, escríbeme aquí 🙂
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