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Maravilla a solas

Si Staré Město es la postal, Malá Strana es el reverso con dedicatoria escrita a mano. Este barrio, cuyo nombre significa “Ciudad Pequeña”, fue durante siglos territorio noble, embajada de lo barroco y punto estratégico para espiar al Castillo de Praga desde abajo. Aquí vivieron aristócratas, diplomáticos y bohemios antes de que se pusiera de moda serlo, y sus callejuelas empedradas tienen más secretos que el diario de Kafka (aunque él prefería el otro lado del río, todo hay que decirlo).

Malá Strana también es el barrio donde puedes ver al Niño Jesús de Praga en zapatitos nuevos (sí, se los cambian según el calendario litúrgico, como el Manneken Pis de Bruselas), subir por la empinadísima calle de Nerudova como si entrenaras para un tour ciclista, y acabar frente al Muro de John Lennon, que lleva décadas hablando de paz… y graffitis. Aquí también se esconde la calle más estrecha de Praga, con semáforo incluido, y las vistas desde la Torre de Petrín que te hacen decir “vale, sí, entiendo por qué todo el mundo flipa con esta ciudad”.

Qué ver en Malá Strana – Praga

¿Y qué hay que ver? Pues mucho y bien cargado: desde el mítico Puente de Carlos cruzando al oeste, hasta el imponente Castillo de Praga y la espectacular Catedral de San Vito. Además, puedes pasear por la isla Kampa, entrar al Callejón de Oro, curiosear por jardines secretos y terminar el día con una cerveza en alguna terraza con vistas al río. Malá Strana es ese barrio que no necesita gritar para impresionar y donde siempre descubro un lugar de paz entre tanta multitud.

Por cierto, si quieres una primera aproximación, aquí te dejo un Free Tour (ya sabes, propina sugerida).

Puente de Carlos

Es un impepinable que ver en Malá Strana, los einto, aunque sea uno de los sitios más agobiantes de toda Praga…

El Puente de Carlos fue construido en el siglo XIV por el rey Carlos IV y conecta dos de los barrios más importantes de la ciudad: Staré Mesto y Malá Strana. Con sus 16 arcos y 30 estatuas, el puente se convierte en una especie de museo al aire libre, aunque la más famosa de todas es la estatua de San Juan Nepomuceno, sobre la que circula una leyenda fascinante. Además, el puente fue una pieza clave en la historia comercial de la ciudad, y todavía hoy es solo para peatones, lo que lo hace perfecto para pasear y disfrutar de las vistas al río Moldava.

Si tienes la oportunidad, te recomiendo visitarlo de noche, cuando la ciudad se calma y el puente se convierte en un lugar mágico y silencioso. Eso sí, durante el día suele estar lleno de turistas, así que si prefieres un momento más tranquilo, también puedes hacerlo al amanecer, cuando apenas hay gente y las primeras luces crean una atmósfera espectacular. El caso es que lo cruces las veces que haga falta, porque es el alma de Praga y las vistas son brutales.

Jardines Petrín

Si buscas ese lugar en Praga que parece un secreto bien guardado (y gratis, que también se agradece), los Jardines de Petřín son tu sitio. Están en la colina del mismo nombre, justo detrás del Castillo, pero por la parte norte —esa que casi nadie explora y donde de repente solo hay pájaros, bancos vacíos y unas vistas que te dejan loca perdía. Aquí no hay monumentos ni aglomeraciones: solo tú, la ciudad a tus pies y ese silencio raro que no esperas de Praga.

Subas como subas —teleférico, paseo o sudada monumental—, el plan es perfecto para ver el atardecer más bonito de la ciudad. Además, al ser parque público, es totalmente gratuito, sin colas ni horarios raros. Créeme, Mari, este es tu pequeño paraíso.

Torre Petrín

La Torre Petrín es a menudo comparada con la Torre Eiffel (aunque en versión mini), esta torre de 63 metros de altura se encuentra en la cima de la colina Petrín, rodeada de verdes jardines perfectos para un paseo tranquilo. Puedes subir a la cima para disfrutar de unas vistas impresionantes de la ciudad, el río Moldava y, claro, el Castillo de Praga. Además, si te apetece hacer un poco de ejercicio, puedes optar por subir las escaleras o, si prefieres algo más relajado, tomar el funicular.


Desde mi humilde opinión no hace falta subir para tener vistazas, pero aquí te dejo la web oficial por si te apetece probar: https://www.prague.eu/petrinskarozhledna Eso sí, los alrededores son una maravilla.

Nejužší Ulice

Turistada y lo que quieras, pero es algo que ver en Malá Strana.

Con solo 50 centímetros de ancho, este callejón raro es oficialmente una de las calles más estrechas de Europa. ¡Tiene hasta su propio semáforo para peatones para controlar el flujo de gente! Fue bastante divertido cruzarlo a base de empujones y sacar algunas fotos en el camino. La calle lleva a un restaurante, así que no te detendrás mucho al otro lado, pero podrás decir que has caminado por el camino más estrecho de Praga.

Muro de John Lennon + Isla Kampa

Si eres fan de los Beatles o simplemente quieres ver un lugar único en Praga, no te puedes perder el muro de John Lennon entre las cosas que ver en Malá Strana. Este rincón tan peculiar tiene una historia bastante interesante: tras el asesinato de Lennon en 1980, los praguenses comenzaron a pintarlo con su imagen y mensajes reivindicativos en protesta contra el régimen comunista. Aunque las autoridades intentaron borrarlo varias veces, el muro se convirtió en un símbolo de la libertad de expresión, algo muy importante en una época donde hasta la música de los Beatles estaba prohibida.

Hoy, el muro sigue siendo un lugar lleno de arte callejero, frases de Lennon y de sus canciones. Si tienes suerte, podrás encontrar a algún artista tocando un tema de los Beatles mientras te paseas por allí. Está justo enfrente del Palacio Buquoy, así que solo tienes que bajar por la escalera que conecta el Puente de Carlos con la Isla Kampa. Un sitio perfecto para dejar tu propia huella o simplemente disfrutar de este pedazo de historia viva. Y, sí, si madrugas estarás sola…

Castillo de Praga 

El Castillo de Praga no es solo el castillo más grande del mundo, sino también el monumento estrella de la República Checa y el lugar más visitado de la ciudad. Y ojo, que no es solo un castillo: es todo un conjunto monumental donde puedes perder (felizmente) varias horas (y hasta el día entero), así que mejor ir con tiempo y elegir bien la entrada según lo que quieras ver.

Dentro te esperan joyitas como la majestuosa Catedral de San Vito, el antiguo Palacio Real con su Sala Ladislao, el pintoresco Callejón del Oro con sus casitas de colores, y un puñado de torres con historia, como la Torre Blanca (para nobles presos), la Negra (con ese nombre tan obvio) o la Daliborka, donde según la leyenda, un joven llamado Dalibor tocaba el violín desde su celda y conmovía a medio Praga.

También puedes visitar el Convento y la Basílica de San Jorge (justo enfrente de la catedral) y, si te va el arte, el elegante Palacio Lobkowitz, con obras de Rubens, Velázquez y compañía. A día de hoy, el castillo es la residencia del presidente del país (si ves la bandera ondeando, es que está en casa). Y si estás por allí al mediodía, no te pierdas el cambio de guardia con desfile y música en directo (todos los días a las 12:00 horas frente a la entrada del Palacio Real, con un desfile militar y música en directo; y a las horas en punto se hace otro cambio de guardia, pero más sobrio y menos espectacular).

Catedral de San Vito

La Catedral de San Vito también está dentro del Castillo de Praga y, si te gusta lo monumental y lo gótico, aquí vas a flipar. Es el edificio religioso más importante del país y ha sido testigo de casi toda la historia checa: aquí se han coronado reyes, descansan santos y hasta hay restos de San Wenceslao, patrón nacional. Por fuera ya impone con sus torres puntiagudas y sus gárgolas, pero por dentro es otro nivel: vitrales de colores alucinantes, una capilla de San Wenceslao que parece sacada de un cuento medieval y una cripta donde descansan reyes checos, ¡como si fuera el backstage de la historia!

Lo que la hace diferente de otras catedrales no es solo su tamaño o su arte, sino su mezcla de estilos: empezó a construirse en el siglo XIV y no se terminó hasta el XX, así que tienes un cóctel de gótico, barroco y neogótico todo en uno. Y si te animas a subir a la torre (aviso: muy muchas escaleras), te espera una de las mejores vistas de toda Praga.

Callejón de Oro

El Callejón del Oro es uno de esos rincones de cuento que no te puedes perder en Praga. Escondido dentro del complejo del Castillo y pegado a la muralla, esta callecita de casitas de colores parece sacada de un libro infantil. Se construyó en el siglo XVI para alojar a los guardias reales, pero la leyenda dice que aquí vivieron alquimistas que buscaban convertir todo en oro (de ahí el nombre, aunque suene más a mito que a historia real). Con el tiempo, la calle se llenó de orfebres y artesanos hasta que quedó abandonada en el siglo XIX… y rescatada décadas más tarde para el deleite de los viajeros curiosos.

Uno de sus vecinos más famosos fue Franz Kafka, que vivió en la casa número 22 entre 1916 y 1917. Hoy su antigua casa es una tienda de recuerdos, aunque por el callejón también encontrarás librerías, tiendas de marionetas y escaparates llenos de cristal de Bohemia. Y sí, también vivió allí una vidente que predijo la caída del Tercer Reich (spoiler: no acabó bien). Desde su restauración en 2010-2011, algunas casas están abiertas con recreaciones históricas en su interior. Consejo: agáchate al entrar, que las puertas son enanas, y no olvides llevarte una foto porque este rincón es puro Instagram.

Palacio de Wallenstein y jardines

Y saliendo del castillo por la zona del Callejón de Oro llegas a uno de mis rincones favoritos que ver en Malá Strana: El Palacio de Wallenstein. ¿Cómo puede estar esto tan vacío si es una joya?”. Pues sí, en pleno Malá Strana tienes este pedazo de palacio barroco que parece sacado de una peli de época… y la entrada a los jardines es gratuita, por si no te lo había vendido ya bastante bien.

Los jardines de Wallenstein son un remanso de paz con pavos reales paseándose como si fueran los dueños, una galería abierta con frescos, un estanque con estatuas mitológicas y hasta una gruta falsa que no sabes si es hortera o arte puro (confesión: es arte puro). Ideal para sentarte un rato, comerte un trdelník sin remordimientos y mirar la vida pasar lejos del bullicio. Uno de esos sitios que no salen en todos los mapas, pero deberían.

Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria

Y llegamos a un súper top que ver en Malá Strana. La Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria es una parada obligatoria y no solo por su bonita fachada barroca. El motivo estrella es el Niño Jesús de Praga, una pequeña figura de cera con vestiditos que cambian según la época del año (sí, tiene más vestuario que muchos influencers). Mucha gente viene desde todas partes solo para verlo, dejarle una petición o simplemente por la curiosidad de ver al famosísimo «Niño Milagroso». Yo volví a cumplir mi parte…

Pero más allá de eso, la iglesia tiene su encanto: fue la primera construcción barroca de Praga y guarda ese aire solemne mezclado con historia y devoción. Y si no eres muy religioso, no pasa nada, porque el rollo cultural y artístico del lugar lo vale igual. Además, está súper bien ubicada, así que no cuesta nada pasar a echar un vistazo y, de paso, pedirle al Niño que te salgan bien las vacaciones 😉.

Dónde dormir en Praga

Dormir en Malá Strana es como quedarte a dormir en un cuento, pero sin dragones… y con bastante mejor cerveza. Este barrio tiene ese punto de paz y elegancia que mola cuando vienes a patear Praga pero quieres descansar sin ruidos de tranvía ni hordas de turistas a la puerta. Además, si usás HomeExchange como yo, podés acabar en un piso de película, con techos altos, suelos de madera y hasta vistas al Castillo. Todo sin pagar por noche, solo intercambiando tu casa o usando puntos. Vamos, que hasta al Niño Jesús de Praga le daría su bendición.

Y si preferís algo más tradicional, en Booking hay muy buenas opciones por esta zona. Eso sí, pillá con tiempo porque Malá Strana es tranquila pero cotizada. Hoteles boutique, apartamentos con encanto o pensiones con historia… aquí todo tiene ese aire de “lleva siglos en pie pero está bien conservado”. Te dejo enlace para que elijas lo que más te cuadre y, si podés, que sea con vistas al Moldava. Porque despertarte viendo el río o el Castillo es el verdadero milagro.

Si tienes alguna duda o quieres que te personalice el viaje ¡contáctame para lo que necesites!

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