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Louvre Le Marais


El barrio del Louvre y Le Marais tiene historia, postureo y ese punto de “yo ya estaba aquí antes de que París fuera guay”. De un lado, el Louvre con su pirámide brillando y del otro, Le Marais, el barrio que empezó siendo aristocrático, pasó por mil vidas y ahora es un rebujío de sinagogas, galerías, tiendas con cerámica de 70€ y falafels de escándalo.

En esta zona de París puedes desayunar bajo un techo del siglo XVII, comprarte una bolsa made in Japan en una concept store que parece una galería, y terminar con un vino natural al lado de alguien que podría ser DJ, galerista o heredero sin despeinarte. Aquí no solo se viene a mirar: se viene a saborear, a caminar sin mapa y a dejarse llevar por el arte… del buen vivir.

Qué ver en Louvre – Le Marais

Prepárate para una jornada intensa: el Museo del Louvre, claro, con su pirámide brillante custodiada por colas infinitas y millones de obras que no vas a poder abarcar en una sola vida; los Jardines de las Tullerías, perfectos para un respiro entre museo y museo; la iglesia de Saint-Eustache, imponente y muchas veces ignorada…

Por cierto, si quieres una foto sin nadie, vete justo al gran arco que hay al otro lado de la cola de entrada, al otro lado de la pirámide. Mientras la gente hace cola para entrar, tú disfruta del exterior del Louvre, que también hay que gozarlo por fuera. Y para una primera aproximación, aquí te dejo un Free Tour (ya sabes, propina sugerida).

Los más turísticos

El Louvre

No es solo algo impepinable que ver en París, por dentro y por fuera. Hay otra cosa importante que tienes que tatutarte: hay que entrar pero sin la intención de verlo todo, para perderse como se debe.

#Esoesasí, lo peor que puedes hacer en el Louvre es intentar “verlo todo”. Lo mejor que puedes hacer es lo contrario: dejar que el museo más grande del mundo te trague sin mapa, sin prisa y sin agenda. A veces, caminando sola por el ala Richelieu, te cruzás con estatuas que no sabías que existían, con techos que deberían tener nombre propio y con vigilantes que parecen parte de la instalación.

Y entonces, pasa. Te detiene algo sin nombre: un retablo flamenco, una esfinge que parece guiñarte, un sarcófago egipcio con graffiti romano. Y te das cuenta de que el Louvre no está para que lo recorras: está para que te enamores sin querer. Como París, como ciertas películas, como ciertas personas. La clave está en entrar sin ganas de presumir después. Lo mejor del Louvre es lo que no posteas, lo que no sabías que ibas a ver, lo que no sabés cómo contar.

Por orientarte un poco, esto es de lo más destacados de mis favoritos.

🟥 Ala Denon (la más popular y transitada)

La Victoria de Samotracia – escalinata monumental, bienvenida perfecta.

La Coronación de Napoleón – gigantesca, teatral, no hay encuadre feo.

Las Bodas de Caná – enfrente de la Mona Lisa y mil veces más interesante.

La Galería de Apolo – espejos, oro y drama. La mini Versalles del Louvre.

Psique reanimada por el beso de Amor (Canova) – sensualidad y mármol perfecto.

Esclavo moribundo / rebelde (Miguel Ángel) – uno parece dormido, el otro, enfadado.

🟩 Ala Sully (la más antigua y laberíntica)

Venus de Milo – sí, obvia, pero se lo ha ganado. Por cierto, que también tiene aquí la guía de Milos, donde la encontraron.

Cripta del Louvre medieval – cimientos del castillo original, subterránea y silenciosa.

Gran esfinge de Tanis – gigantesca, imponente, y casi siempre sin multitudes.

Sala de antigüedades mesopotámicas – leones alados, relieves de guerra, polvo de historia.

🟦 Ala Richelieu (la más tranquila y monumental)

Código de Hammurabi – una piedra que contiene literalmente leyes milenarias.

Galería de esculturas francesas – luz natural + mármol blanco + paz total.

Napoleón III Apartments – todo terciopelo, arañas y oro. Cero Louvre vibes y por eso, top.

Jardin des Tuileries

De todas mis veces en París, por algún extraño motivo esta es la que más he disfrutado y valorado el Jardín de las Tullerías. Es como el salón de estar en París al aire libre y sin paredes. Lo diseñó André Le Nôtre, el mismo genio detrás de Versalles, así que todo tiene simetría, fuentes, esculturas y entre tanto diseño, lo que de verdad engancha es la vida que lo atraviesa: niños jugando con barquitos en el estanque, abuelas leyendo al sol, parejas en modo anuncio de perfume… Tú te sientas en una silla verde (sí, esas que se mueven), mirás el estanque, y de pronto todo encaja y eres uno más.

Pero no siempre fue este oasis de calma: en su día hubo un palacio real que ardió durante la Comuna de París. Hoy es casi un museo al aire libre, con esculturas de Maillol, Rodin o Giacometti saliéndote al paso como si fuera lo más normal. Si te toca el atardecer, con el cielo dorado, el carrusel girando y el Louvre al fondo… ya solo te falta un acordeón de fondo para entrar directo en tu postal mental de París.

Zapatip: las sillas verdes se mueven por algo. Llévalas donde quieras —al borde del estanque octogonal, bajo los tilos, frente al Arco del Carrusel— y simplemente deja que París te pase por delante.

Place des Vosges

Place des Vosges fue, es y será una de las plazas más bonitas de París, con sus simetrías perfectas, soportales elegantes… pero ya no tiene esa paz que se respiraba hace unas décadas. Fue la primera plaza planificada de la ciudad, donde paseaban reyes, escritores y amantes furtivos. Pero sí, últimamente se ha domesticado, se ha llenado de tiendas de lujo y de turistas con la cámara en automático. Aún tiene su encanto si vas pronto, cuando los vecinos aún bostezan y los adoquines no están pisados del todo. Pero más abajo te traigo una más local y tranquila donde sí puedes hacer una bonita pausa parisina.

Menos conocidos

Musée des Archives Nationales

En pleno Marais, entre tiendas pretenciosas y panaderías que huelen demasiado bien, está uno de los secretos mejor guardados de París: el Museo de los Archivos Nacionales. Suena denso, pero es fascinante, no me podía creer que después de tantas veces en París, no hubiera ni oído esto.

Pocas cosas impresionan más que ver —cara a cara— el testamento escrito a mano por Napoleón o una carta firmada por Marie Antoinette justo antes de perderlo todo. Sí, eso está ahí arriba, en una sala luminosa que casi siempre está vacía y que además es GRATIS.

Abajo, las habitaciones son otro viaje: techos altos, boiseries doradas, suelos que crujen con historia. No hace falta saber mucho para sentir que estás tocando algo grande solo con estar ahí. Y lo mejor: es uno de esos museos donde nadie te apura, nadie te empuja y nadie grita delante de una vitrina. Entrás por curiosidad, y sales pensando que acabas de descubrir una parte de Francia que no sale en las guías.

Te dejo la web con los horarios y más info aquí: Musée des Archives Nationales

Le Squat du 59 Rue de Rivoli

A dos pasos del Louvre, en plena Rue de Rivoli, hay un edificio que parece una anomalía: un estallido de color, arte, cables, escaleras imposibles y paredes vivas. Es el 59 Rivoli, un antiguo edificio ocupado por artistas en los noventa, que el Ayuntamiento de París acabó legalizando porque el talento y el morro eran imposibles de desalojar. Hoy sigue siendo lo que siempre fue: un lugar donde el arte sucede con la puerta abierta.

Subes sin saber muy bien qué te vas a encontrar —ni si deberías estar ahí— y de repente estás en los talleres de artistas que pintan, esculpen, fotografían o simplemente existen sin pedir permiso. No es bonito en el sentido clásico; es brutal, libre, incómodo a veces. Si buscas un lugar para que París te sorprenda, aquí tienes. Nadie te va a vender postales.

Rue des Rosiers 

Este es el centro neurálgico de la comunidad judía de París desde hace siglos. La calle es una mezcla de panaderías kosher, tiendas vintage, sinagogas discretas y una energía distinta a cualquier otro rincón de la ciudad. Todo está pegado, rozándose: pasado y presente, religión y moda, tradición y modernidad. Si tienes que elegir un lugar para pasear sin rumbo y dejarte llevar por el olfato y el oído, esta calle es oro puro. Y sí, el falafel de L’As du Fallafel es legendario, pero lo mejor es perderte y descubrir tu propio favorito.

Musée Carnavalet

Musée Carnavalet es otra joya oculta con piedras, cuadros, objetos y memorias. Es entrar por unas puertas discretas del Marais y de pronto colarte en salones aristocráticos, pasquines revolucionarios, letreros de tiendas del siglo XIX o cartas que huelen a pólvora y amor desesperado. 

Y aunque es un museo de manual, se siente como un secreto. No hay hordas, hay curiosos despistados. Vas pasando de sala en sala como si abrieras cajones de una casa antigua. ¿Lo mejor? Es gratis, está recién restaurado y está lleno de rincones donde París no se exhibe para grandes masas.

Square Georges Cain

Y aquí viene la alternativa con menos pose que Place Des Vosges pero más alma. Es un jardín minúsculo y silencioso, donde apenas cabe el murmullo de las hojas y el canto de algún pájaro desviado. Aquí no hay escaparates, solo bancos de hierro, restos de esculturas olvidadas y un reloj de sol que parece haberse rendido al tiempo. Es el rincón secreto del Marais para quienes ya lo han visto todo…

Más allá de su belleza, hay una historia: fue construida como homenaje a los soldados musulmanes que lucharon por Francia en la Primera Guerra Mundial, y durante la Segunda, sirvió de refugio secreto a más de 1.700 judíos perseguidos. Es un lugar para bajar el ritmo, mirar sin cámara, y sentarse un rato junto a una fuente de mármol rosa sin hacer nada.

Dónde dormir en París

Dormir por el Louvre y Le Marais es un sueño… hasta que ves los precios. Pero escúchame, que si sabes moverte, puedes quedarte en pleno centro histórico, rodeada de museos, concept stores y boulangeries de escándalo sin tener que empeñar el móvil. Le Marais tiene ese punto de barrio con solera y rollazo a la vez, donde lo mismo estás en un palacete del siglo XVII que en un piso de diseño con azulejos artesanos. Vamos, que dormir aquí es dormir París.

Y como ya sabrás, yo hace tiempo que cambié los hoteles “cuquis pero meh” por HomeExchange. ¿La clave? Dormir en casas de parisinos de verdad, usar puntos (que no cuestan dinero), y vivir la ciudad desde dentro. Ya me he quedado en pisos con molduras, cocinas de ensueño y vistas de postal por solo compartir mi casa o tirar de puntos. Te registras en este enlace, te dan puntos (y a mí también, gracias guapa), y ya estás lista pa buscarte un apartamentazo en Le Marais sin gastar ni en el desayuno.

¿Prefieres hotel y no liarte? Pues sin problema. Aquí te dejo un mapa con los mejores de la zona. Eso sí: que tenga mínimo un 7/10 de puntuación, que ya sabes que en París la monería no siempre va de la mano con la comodidad. Tú a lo práctico, pero con estilo, como buena zapas.

Dónde comer en Le Marais

TYCOZ – Crêperie & Oyster Bar

Si estás por el barrio del Louvre o Le Marais y te apetece un crêpe bien hecho con ostras al lado, TYCOZ te dejará con una sonrisa. Situado en una terraza sombreada frente a la encantadora plaza Léopold Achille (esos rincones que solo descubre el que pasea sin prisa), este bistró combina la tradición bretona con un aire moderno sin alardes. Detrás están dos hermanos bretones que traen galettes 100 % de alforfón, ostras de Cancale y sidra artesanal de Vitré… todo para chuparse los dedos con clase francesa pero sin postureo.

Aquí puedes lanzarte a una galette completa con jamón casero, huevo y queso por unos 11,90 €, o una más original como la de pastrami y cheddar por unos 15,90 €. Si te va el rollo marino, prueba una docena de ostrjes n°3 o baby Kys, desde 7 € las tres —perfectas para compartir— y acompáñalas con una sidra fresca desde 5 €

Au Vieux Châtelet

Si estás por la zona del Louvre y te ruge el estómago, Au Vieux Châtelet tiene un Croque Monsieur que parece salido de un manual de cocina francesa para golosos con prisa. Nada pretencioso, pan dorado al punto justo, queso fundido en modo abrazo cálido y un jamón que sabe a bistró auténtico. Es ese tipo de sitio que no necesita filtros ni modernidades: comes bien, rápido, y encima con vistas al ir y venir del corazón de París. Ideal para una pausa entre museo y museo sin complicarse la vida.

Si tienes alguna duda o quieres que te personalice el viaje ¡contáctame para lo que necesites!

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