París
París
La primera vez que fui a París no sabía ni hacer fotos. La segunda, me robaron el portátil con todas las fotos y vídeos justo antes de coger el vuelo de vuelta. La tercera volví con toda la familia, por si a alguien se le ocurría robarnos otra cámara: una estrategia de defensa pasivo-agresiva que funcionó.
Y la última fue para hacerme el reportaje de bodas. Spoiler: sí, estoy felizmente divorciada. No, no fue culpa del fotógrafo (aunque podría haberlo sido: cobró como si trabajara, pero se fue con todo pagado y apenas dos fotos decentes).
Así que once años después, vuelvo. Sola. Sin prisas. Sin nadie que me frene cuando quiero parar a hacer una foto, ni que me meta prisa cuando quiero quedarme diez minutos mirando cómo el sol cae sobre las fachadas del Marais. Lo quiero todo, pero a mi ritmo: lo más emblemático a primera hora, cuando el resto duerme, y lo más escondido cuando la ciudad se vacía, como si solo existiera para mí. Esta vez, París no es una postal para nadie más. Es solo mía.
Y sí, todos sabemos lo que hay que ver en París, empezando por La Torre Eiffel, el Louvre, Notre-Dame (aunque esté en obras), Montmartre con sus callejuelas de película… Y están bien, muy bien. Pero esto no va de repetir lo de siempre. Aquí vengo a contarte sitios que no conoce ni el tato, o que están ahí delante de tus narices y nadie les presta atención porque todo el mundo está demasiado ocupado sacando la misma foto de siempre.
No te traigo una guía, te traigo un plan para ver París como si ya hubieras estado mil veces… y ahora te apeteciera quedarte solo con lo bueno.
