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Barrio Latino de París


El Barrio Latino no es sólo uno de los rincones más vibrantes de París: es un laberinto vivo de historia, libros, estudiantes y secretos. Aquí nació la Sorbona en el siglo XIII, y desde entonces las voces del saber nunca se han callado. Las calles estrechas parecen no haber cambiado desde la Edad Media, pero cada esquina te sorprende: un cine independiente, un librero con poemas en vitrina, un café donde todavía te sirven el espresso con cucharilla de plata. Y si bajás hacia el Sena, puedes encontrar antiguos restos romanos como las Arènes de Lutèce, un anfiteatro donde se hacían combates de gladiadores —en pleno corazón del distrito y GRATIS.

Qué ver en el Barrio Latino de París

Pero este barrio también está lleno de leyendas: dicen que hay un pasaje secreto que conectaba la Sorbona con el Panthéon durante los tiempos de revolución, y que el mismísimo Hemingway dejó libros fiados en Shakespeare & Company cuando apenas soñaba con ser famoso. La Rue de la Huchette, pese a su aire turístico actual, tiene siglos de historias bajo sus adoquines, y si caminas de noche, con los balcones floridos y los faroles encendidos, entiendes por qué tantos escritores y artistas nunca quisieron vivir en otro lugar. El Barrio Latino no es perfecto: es caótico, viejo, algo desordenado. Pero tiene alma.

Por cierto, si quieres una primera aproximación, aquí te dejo un Free Tour (ya sabes, propina sugerida) para que lo bichees sin tener que leer mucho.

Los más turísticos

Panthéon

Como buena enamorada de El Principito, tengo que recomendarte el Panteón como algo impepinable que ver en el barrio latino. Este templo neoclásico fue pensado como iglesia, pero terminó convirtiéndose en el lugar donde Francia entierra a sus grandes.

En sus criptas descansan Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Marie Curie, Zola, Dumas… y sí, también Antoine de Saint-Exupéry, aunque su cuerpo no está allí: lo que guarda el Panteón es un homenaje simbólico a él, un cenotafio dedicado al autor que nos enseñó a ver elefantes en boas y a amar sin entender del todo. En una columna, puedes leer su nombre junto a una frase del Principito que corta el aliento: “On ne voit bien qu’avec le cœur.”

Y si te fijás bien, hay más detalles escondidos. En la cripta, una bufanda amarilla y un gato de cerámica acompañan discretamente su nombre, dejados por lectores que nunca dejaron de mirar al cielo buscando asteroides. No importa cuántas veces vayas: estar ahí, en ese silencio bajo tierra, rodeada de quienes escribieron el alma de Francia, es abrumador.
Te dejo aquí el enlace para reservar la entrada (13€) por adelantado.

Menos conocidos

La Église Saint-Étienne-du-Mont

Esta es una joya escondida en el corazón del Barrio Latino de París, y está justo detrás del Panteón. Además de su impresionante arquitectura, es famosa por ser un agujero de gusano, en ficción claro está.

Lo que convierte a esta iglesia en un auténtico lugar de peregrinación para los amantes del cine es su papel en Midnight in Paris. Es exactamente en las escaleras laterales de Saint-Étienne-du-Mont, al final de la rue de la Montagne Sainte-Geneviève, donde Gil (Owen Wilson) se sienta solo, nostálgico, esperando que algo —o alguien— lo saque de su presente. Y lo hace: un Peugeot antiguo se detiene a medianoche y lo invita a una vida (literalmente) de otro siglo. Esa escena, ese rincón, ese instante cargado de magia y niebla parisina, es uno de los momentos más emblemáticos de la película. Si vas a medianoche, no te prometo que aparezca Dalí, Hemingway o Adriana… pero sí que vas a sentir ese mismo cosquilleo de que algo puede pasar.

¿Y el interior? Dentro te espera una mezcla de gótico tardío y renacimiento con una luz que se cuela entre vitrales como si el tiempo se detuviera. El jubé de mármol —único en París— es tan delicado que parece esculpido en encaje. Solo por eso, ya merece la visita ¡y encima es GRATIS!

Restaurant Polidor: sopa, madera vieja y fantasmas literarios

París está lleno de brasseries que parecen salidas del siglo XIX, pero pocas lo son de verdad. Polidor, en la rue Monsieur le Prince, lleva sirviendo platos de cuchara desde 1845. Nada en su interior ha cambiado mucho desde entonces: mesas de madera comunales, cubiertos de estaño, camareros que podrían recitarte a Zola y un menú francés clásico (y asequible) que sabe a historia. Por sus sillas pasaron Paul Valéry, André Gide, Verlaine, Rimbaud, e incluso Joyce escribió parte del Ulises aquí. Es uno de esos sitios donde el tiempo no es una línea recta.

Y sí, Midnight in Paris lo inmortalizó también. Gil cena aquí con los pintores surrealistas, en una de las escenas más divertidas de la película: Dalí, Buñuel y Man Ray hablando de rinocerontes como si fuera lo más normal del mundo. Lo mágico es que el restaurante no tuvo que hacer ningún esfuerzo para parecer antiguo. No es un decorado: es tal cual se ve. Entrar en Polidor es una forma de viajar en el tiempo sin que nadie tenga que recogerte en un Peugeot.

Abbey Bookshop

En plena Rue de la Parcheminerie está Abbey Bookshop: un estallido de libros literalmente desbordando desde la puerta hasta la acera. Fundada en 1989 por un canadiense llamado Brian Spence, en un edificio que era un antiguo hôtel particulier del siglo XVIII, el lugar tiene tanto carácter como los libros que lo habitan. Baja (si puedes) por unas escaleras de piedra al sótano y piérdete fácilmente una hora, porque cada estante parece tener un libro que no sabías que necesitabas (más de 40.000 títulos apilados en cada rincón imaginable).

Lo más increíble es que te acercas al mostrador y pides un libro y te ponen al menos 3 ediciones en menos de 2 minutos… y yo no sabría ni encontrar la salida.
Libros hasta en la acera, café gratis (Brian es así de majo) y un personal encantador, ¿qué más se le puede pedir a París?

Nota importante, abstenerse claustrofóbicos… (va en serio).

Arenes de Lutece

Escondido entre bloques de pisos y fachadas anodinas, este anfiteatro romano del siglo I es uno de los secretos mejor guardados del Barrio Latino. Aquí, hace casi 2.000 años, los parisinos se sentaban a ver combates de gladiadores, representaciones teatrales y todo tipo de espectáculos públicos. Hoy es un oasis inesperado, donde lo mismo verás un partido de petanca que a un abuelo contándole a su nieto lo que fueron estas piedras.

Lo mejor es ese contraste: entras por una callecita cualquiera y, de repente, el ruido de la ciudad se apaga y te ves en una especie de Roma en miniatura. No hay casi turistas (de hecho juraría que solo yo), y si te sientas en las gradas con un café para llevar, puedes casi escuchar el murmullo del pasado. Si París te gusta cuando se pone teatral, este es tu escenario.


Grand Mosque

La Gran Mezquita de París, escondida en pleno distrito 5, es un oasis en todos los sentidos: arquitectura morisca, mosaicos que parecen bordados en cerámica, columnas que te hacen girar en redondo, y un jardín central con palmeras, naranjos, cipreses y, si vas en primavera, glicinas que cuelgan como si lo hicieran solo para ti.

Más allá de su belleza, hay una historia que pesa —y que dignifica— este espacio: fue construida como homenaje a los soldados musulmanes que lucharon por Francia en la Primera Guerra Mundial, y durante la Segunda, sirvió de refugio secreto a más de 1.700 judíos perseguidos. Es un lugar para bajar el ritmo, mirar sin cámara, y sentarse un rato junto a una fuente de mármol rosa sin hacer nada.

Dónde dormir en París

Dormir en el Barrio Latino es como meterse en una novela francesa: calles empedrá, farolillos de gas, librerías con encanto y ese olor a crêpe recién hecho que te acompaña de esquina a esquina. Pero claro, encontrar alojamiento bueno, bonito y barato en esta zona puede ser más difícil que entenderse con un camarero sin hablar francés. Por eso, si no quieres terminar en una buhardilla con ducha encima del váter, déjame contarte cómo lo hago yo.

Desde que uso HomeExchange, duermo en casas reales de parisinos con todo el arte: pisos con suelos de madera que crujen bonito, cocinas donde dan ganas de cocinar aunque no sepas, y vistas a callejuelas de película. Te registras desde este enlace, te dan puntos (y a mí también, merci beaucoup), y ya puedes empezar a buscar alojamiento sin pagar por noche. Es más barato, más auténtico y, te lo digo yo, mucho más especial que cualquier hotel clónico.

¿Que tú eres más de hotel de toda la vida? Pues sin problema. Te dejo también un mapa con los mejores de la zona. Eso sí, no bajes del 7/10 en puntuación, que en París, lo “cuqui” engaña y no todo lo vintage es romántico… a veces es solo viejo.

Si tienes alguna duda o quieres que te personalice el viaje ¡contáctame para lo que necesites!

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