Playas de Lanzarote
Dicen que Lanzarote es la isla del fuego, pero lo que de verdad quema aquí son las ganas de tirarte al agua, Mari… Entre paisajes lunares, carreteras imposibles y pueblos cuquísimos, las playas de Lanzarote son ese respiro que te devuelve la calma (o te pone la adrenalina por las nubes, según el viento del día). Arena dorada, negra o rojiza, aguas turquesas o bravas, la isla de Lanzarote tiene un rincón perfecto para cada viajero.
Y aunque en mi artículo de Qué hacer en Lanzarote ya te conté todo lo que hay que ver entre volcanes y miradores, aquí vamos al grano. Este es mi mapa personal de playas donde perderse, chapotear entre tiburones ángel y rayas águila o simplemente sentarte y dejarse llevar por el sonido del Atlántico.
Playas de todos los colores
Ah, y si después del baño te entra hambre (que te va a entrar), no olvides pasarte por el artículo de Dónde comer en Lanzarote, que ya te adelanto que aquí el mojo se toma en serio.
La Playa de Papagayo es la reina indiscutible de las playas de Lanzarote, y con razón. Para llegar tienes que meterte por una pista de tierra (unos 3 km, ojo con los baches si vas en coche de alquiler, seguro a todo riesgo mejor), depende de la hora (más probable de 9am a 6pm) te cobran 3€ por pasar, pero cuando aparece ante ti esa bahía semicircular de aguas turquesas, te olvidas de todo. Es pequeñita, protegida por acantilados y con el Atlántico en modo “piscina caribeña”. Ideal para un día de relax, snorkel o simplemente dejarte hipnotizar por los colores.
Zapatips: lleva agua (o lo que bebas) y algo de picar que aquí como mucho te encuentras una furgo con bebidas el día que tengas suerte. El resto, todo virgen…
Playa Flamingo es esa mezcla perfecta entre postal canaria y punto base ideal para los que, como yo, necesitan tener el mar cerca pero también un buen café a mano. Está en Playa Blanca, al ladito de Bonito Diving, el centro de buceo que se ha convertido en mi cuartel general en la isla. Es una playa amplia, con aguas tranquilas y protegida por escolleras, así que puedes pasar del relax absoluto en la toalla al chapuzón improvisado con tubo y gafas. Además, justo detrás tienes una hilera de restaurantes, tiendecitas y terrazas donde recargar pilas sin moverte del paseo.
Pero lo mejor de Flamingo está bajo la superficie. Es una de las playas más recomendadas para hacer snorkel o iniciarte en el buceo, porque sus fondos arenosos y llenos de vida son el escenario perfecto para ver desde pececillos curiosos hasta el mítico angelote, el tiburón más zen del Atlántico. Y si te animas a dar el salto con botella, Bonito Diving te lo pone facilísimo: equipo nuevo, instructores majísimos y un ambiente tan relajado que sales del agua flotando en todos los sentidos.
La Playa de Famara es un clásico imprescindible de Lanzarote: kilómetros y kilómetros de arena fina, oleaje constante y un escenario que parece sacado de un western volcánico. Ideal para surfistas de todos los niveles, paseos interminables al atardecer o simplemente sentir el viento en la cara a pie de los acantilados. Yo decidí verla desde lo alto, desde el mirador, ya que realmente el surf no es lo mío y el día estaba para ser suferito nivel pro… Merece la pena el paseo (en coche), pero te aviso que la biodramina debes llevarla junto con el seguro del cosche a todo riesgo 🙂
La Playa de Guacimeta es perfecta para hacer en Lanzaroteuna parada antes de coger el vuelo. Un poquito de relax en la playa y de repente, el avión en to tu cabeza… Son más de dos kilómetros de arena dorada y aguas tranquilas, ideales para caminar sin rumbo, correr al amanecer o tumbarte con la sensación de tener medio océano para ti sola. Y lo mejor: aquí no hay postureo, ni hamacas de pago ni beach clubs con DJ; es la versión auténtica de Lanzarote, con abuelos dando su paseo matutino y familias locales disfrutando del finde.
Zapatip: trae agua y picoteo, porque aquí no hay chiringuitos, solo puro océano, arena y la banda sonora de los motores.
Aquí no hay resorts ni hamacas de pago, pero sí un montón de piscinitas naturales que se van llenando con la marea y donde puedes darte un chapuzón como uno más. Son más de una decena repartidas a lo largo del pueblo, con escaleritas, zonas de rocas para tirarse y rincones que parecen piscinas infinitas frente al Atlántico. Además, hay pequeñas calitas de arena negra y dorada donde estirar la toalla sin agobios. Lo mejor: después del baño, rematar con un pescado fresco en alguna tasca del pueblo, que aquí el lujo es sencillo y sabe a mar.
👉 Zapatip: lo mejor es recorrer el paseo marítimo a pie, porque las piscinas están una tras otra, y vas eligiendo en cuál te apetece tirarte.
El mundo submarino de Lanzarote, moldeado por la lava y el tiempo, escond un universo paralelo: paisajes imposibles, bancos de peces everywhere y rincones donde el silencio solo lo rompe el burbujeo del oxígeno. Entre sus tesoros está el Museo Atlántico, el primer museo subacuático de Europa, con un precioso recorrido entre esculturas. Y si buceas o haces snorkel en Playa Flamingo, prepárate para un encuentro con el mítico angelote, ese tiburón buenazo que se camufla en la arena y que es bonito de pelotas.
Si te animas a zambullirte, hazlo bien: Bonito Diving es el centro ideal para hacerlo. Tienen el equilibrio perfecto entre profesionalidad y buen rollo, te explican todo sin prisas y te hacen sentir segura desde el minuto uno. Tanto si es tu primera vez bajo el agua como si ya tienes más chapuzones que sellos en el pasaporte, bucear con ellos en Lanzarote es una experiencia que se te queda grabada —literalmente— en la retina.
El buceo aquí es ciencia ficción pura: un museo bajo el agua donde más de 300 esculturas descansan a 14 metros de profundidad. La sensación de nadar entre estatuas humanas que parecen mirarte es a medio camino entre épico y perturbador. Es uno de esos sitios que solo existen aquí, en Lanzarote, y que hacen que el viaje valga la pena.
A simple vista es una playa familiar de aguas tranquilas, pero bajo la superficie se esconde uno de los tesoros de la isla: los angelotes, tiburones en peligro de extinción que parecen alfombras vivientes. Además, hay meros, barracudas y bancos de peces que te rodean como si estuvieras en medio de un festival acuático. Es el lugar ideal tanto para bautizos de buceo como para snorkel pro.
Aquí tienes algunas de las inmersiones más famosas de la isla, como La Catedral o Blue Hole. Son cuevas y túneles volcánicos donde la luz se cuela creando escenas de película. Además, es habitual ver caballitos de mar, rayas y, si tienes suerte, hasta algún pez luna. Es el plan perfecto si quieres mezclar adrenalina y paisajes de otro planeta.
Más desconocido, pero una joya para buceadores con experiencia. El paisaje volcánico bajo el agua es brutal, con formaciones de lava que parecen esculturas naturales. La vida marina es más tímida aquí, pero el entorno compensa: bucear en este punto es como flotar dentro de un paisaje lunar sumergido.
Es la “escuela oficial” de buceo en Lanzarote: aguas claras, fondo variado y acceso fácil desde la orilla. Perfecto para cursos y para los que quieren una inmersión sencilla sin renunciar a bichitos interesantes. Además, es el sitio ideal para pillar confianza antes de lanzarte a las inmersiones más tochas de la isla.
Explorar la costa de Lanzarote desde el mar es otro nivel. En lugar de recorrer las playas por carretera, imagina dejar que el viento y las olas te vayan llevando, con una tripulación que conoce cada rincón como si fuera su jardín. A bordo del Arual, un barco precioso de madera y alma viajera, la experiencia se convierte en un paseo por la historia geológica y emocional de la isla. Alicia, enamorada con coniocimiento de los volcanes, te va contando cómo el fuego y el agua se aliaron para dar forma a este paisaje. Su pareja, con más de tres décadas navegando aquí, sabe leer el mar a la perfección y elige cada cala según el viento o la luz del día.
El recorrido cambia con el tiempo y la marea —pueden ser tres playas, o una sola si el mar te enamora demasiado—, pero la esencia es siempre la misma: relax, buena charla y naturaleza brutal. Entre baño y baño, hay degustaciones de productos locales, paddle boards para los inquietos, snorkel para los curiosos y hasta colchonetas para los que prefieren mirar el cielo sin moverse. Todo sin agobios ni cronómetro, solo tú, el Atlántico y ese silencio bonito que solo el mar sabe hacer.
Y cuando cae la tarde… el espectáculo. Desde la cubierta del Arual verás cómo el sol se esconde tras los volcanes y un cielo de fuego. No hay filtro que le haga justicia. Si quieres vivirlo tú también, echa un ojo a Aural Experience, donde puedes ver fechas, rutas y opciones. Aviso: después de esto, te va a costar pisar tierra firme sin sonreír.
Si hay algo que aprendí en mi ruta por Lanzarote, es que elegir bien dónde dormir cambia totalmente la experiencia. La isla no es enorme, pero las distancias y los vientos mandan, así que mi consejo zapas es claro: haz base en Playa Blanca. Es la zona que mejor equilibra tranquilidad, vistas y servicios —tienes el mar a dos pasos, sitios para comer bien, salir a pasear al atardecer, hacer snorkel o incluso apuntarte a una inmersión con Bonito Diving. Además, desde aquí salen muchos barcos y excursiones, como la del Arual Experience, así que lo tienes todo sin tener que cruzar media isla.
Si prefieres viajar con alma local y presupuesto más controlado, HomeExchange es la joyita que nunca falla. Yo lo he usado ya varias veces y la experiencia es un diez. Solo te registras, completas tu perfil y puedes proponer intercambios (simultáneos o no). Y lo mejor: la comunidad es súper activa en España y en las Canarias. Si te apetece probarlo, te dejo mi enlace para que empieces con puntos extra.
Zapatip: si buscas equilibrio entre relax y movimiento, quédate en Playa Blanca y muévete desde ahí. Al norte, volcanes; al sur, el Atlántico en su versión más zen.
Ah, y si necesitas que te monte la ruta alquien que sabe lo que hace, escríbeme aquí 🙂
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