El Lago Bled es lo que te viene a la cabeza si alguien dice “vacaciones idílicas”: un lago azul turquesa (además, de verdad), una islita con iglesia en medio, un castillo vigilando desde lo alto y montañas de fondo como puestas con pincel. Pero lo mejor es que no decepciona. Es uno de esos lugares donde, aunque vayas con las expectativas disparadas, acabas diciendo: “vale, sí, era pa’ tanto”. Hay algo en el aire —tranquilo, limpio, pausado— que invita a quedarse más de la cuenta, incluso sin hacer gran cosa. Y eso ya es un plan.
Pero si quieres moverte (sin agotarte), Bled te lo pone fácil. Puedes andar alrededor del lago, subir a un castillo, cruzar en barca a la isla, comer tarta, remar, o incluso volar en globo si se te va un poco la olla (o tienes algo que celebrar). Es versátil, fotogénico y sin ese agobio turístico de otros lugares “bonitos de Instagram”. Aquí todo es muy real y, sobre todo, muy bien hecho.
Bled y alrededores
Y si te animas a salir un poco del lago de Bled, el mapa sigue regalando sorpresas. A pocos kilómetros tienes aldeas como Radovljica, con su ritmo rural y bodegas familiares donde probar vino local, o la joya medieval de Škofja Loka, que parece sacada de un cuento de los Hermanos Grimm con su castillo y sus calles empedradas. Son escapadas perfectas para completar la experiencia y ver que Bled no es solo un lago, sino la puerta de entrada a un rincón de Eslovenia que sabe mezclar naturaleza, historia y calma a partes iguales.
Ojo, que el Castillo de Bled no es solo un castillo colgado de una roca: es una máquina del tiempo con vistas premium. Desde lo alto, el lago parece una postal en 3D y, si pillas un día despejado, verás incluso los Alpes Julianos de fondo. Dentro, además del museo y la imprenta histórica, tienes pequeñas sorpresas que hacen que no sea “otro castillo más”: talleres, la bodega con degustaciones y esas terrazas donde el café sabe mejor simplemente por el panorama que tienes delante. Todo está cuidado al detalle, y se nota que aquí el patrimonio no es una reliquia, sino parte viva del lugar.
Y ojo al dato práctico: mientras que en los alrededores de Bled aparcar puede ser misión imposible (y carísima), el castillo cuenta con uno de los parkings más baratos de toda la zona. Eso, sumado a que puedes subir caminando en apenas 20 minutos desde el lago, lo convierte en una visita accesible y completa. Al final, pagas por la entrada, sí, pero lo que te llevas es mucho más que unas vistas bonitas: es la sensación de estar en el balcón más privilegiado de toda Eslovenia.
Dar la vuelta al lago de Bled son unos 6 km, llanos y bien pavimentados, perfectos para pasear sin pensar. Por el camino hay bancos, patos, sombra, puentes de postal y muchas oportunidades para decir “espera, aquí me saco una foto”. Si te animas a subir, los miradores de Ojstrica o Mala Osojnica regalan vistas de revista (la de verdad). No se tarda mucho, pero es subida, así que calcula energías si vas en modo tranquilo y no te importe terminar de barro hasta las cejas.
Si te gusta mojarte sin necesidad de tirarte, alquilar un kayak o una tabla de paddle en el lago de Bled es un planazo. Vas a tu ritmo, bordeas la isla, haces fotos sin turistas delante y sientes el agua fresquita muy de cerca. Alquilar uno cuesta entre 15–30 € por hora, según el chiringuito, lo que elijas y tus ganas de negociar. Todo muy chill, ideal si el día está soleado y quieres variar el ángulo de las fotos.
Ojo, que para los más atrevidos está la opción de hacer descenso de cañones en el propio lago, te dejo enlace aquí «porsi».
Si visitas el Lago Bled, ya sabes que la panorámica desde su castillo es de esas que se quedan grabadas en la memoria… pero lo que quizá no sabes es que dentro del Castillo de Bled hay un restaurante que está a la altura del lugar: el Bled Castle Restaurant.
Aquí no solo vas a comer bien, sino que vas a vivir una experiencia gastronómica con vistas absolutamente únicas. La terraza —colgada literalmente sobre el lago— es perfecta para una comida especial o una cena al atardecer que parece sacada de una postal eslovena. Más abajo te cuento el menú que elegimos nosotros, casi nos tienen que echar de allí, no nos cabía más comida, pero no queríamos irnos…
Si alguna vez viste una foto de Bled que parecía sacada de un cuento —la isla flotando en medio del lago, las montañas detrás, luces doradas de amanecer o atardecer—, es muy probable que se tomara desde aquí. Ojstrica no es solo un mirador: es el mirador. Está a unos 20 minutos cuesta arriba desde la orilla del lago y bastante bien señalizado.
El camino que empieza una vez atraviesas la pradera más verde que habrás visto en tu vida es más o menos fácil, pero la cosa se complica un poco más arriba. No te asustes, es para casi todos los públicos y puedes parar por el camino a descansar y respirar. Eso sí, lleva buen calzado, porque he visto más de un tropezón y eso que apenas estuve 30 minutos allí sentada.
Pero esto que ves no es el punto más alto, el famoso, está casi casi llegando, pero cuando pasé esta «ventana» me tuve que parar. No solo me valía, es que además apenas había nadie y los pocos que intentaban seguir subiendo iban resbalando en cadena… qué necesidad de llenarme (aún más) de barro.
Yo aquí ya era feliz y no me preocupaba ni las veces que me pudiera resbalar bajando…
En el Lago de Bled sí o sí debes subir al castillo, eso ya te lo he dicho, pero, ¿y si te digo que si reservas en el restaurante el menú (desde 50€) ya te incluye la entrada de 18€ al castillo? Porque el planazo sube de nivel.
El menú combina lo mejor de la cocina tradicional con un toque moderno, utilizando productos de temporada. Desde platos típicos eslovenos hasta opciones más creativas, todo está cuidado al detalle. El servicio es impecable, los vinos locales son un delito y el ambiente es tan tranquilo como exclusivo. Si puedes, reserva con antelación para asegurar mesa junto a la barandilla exterior: no hay mejor lugar para brindar mientras contemplas la isla de Bled flotando en medio del lago.
En mi caso, fuimos cinco y nos lanzamos al menú degustación de 3 platos, con copa de espumoso de bienvenida y agua servida con todo el arte. Fue una experiencia redonda, de esas que te dejan buen sabor de boca y mejor recuerdo. Nos encantó a todos, de todas las edades, y salimos flotando entre el paisaje, la comida y el momentazo de estar comiendo en un castillo con vistas de postal.
A solo unos minutos del lago de Bled, Radovljica (o “Radol’ca”, como la llaman con cariño los locales) te está llamando a gritosn. Su casco antiguo medieval, perfectamente conservado, parece detenido en el tiempo: casas con frescos del siglo XV, calles de piedra, balcones de madera, y un ritmo de vida que te obliga a bajar la marcha. Es pequeño, pero no por ello simple: aquí se mezcla historia, arte, naturaleza… y miel. Mucha miel.
Lo mejor que puedes hacer al llegar es caminar sin mapa. El centro histórico de Radovljica es uno de los mejor conservados del país, y se nota: ojo a los escudos de piedra de esas casas nobles con siglos de historia y cero estrés. Es pequeño, pero cada rincón tiene algo, una inscripción, una puerta torcida, una ventana imposible…
Una antigua casa renacentista convertida en galería de arte. Lo que engancha aquí no es solo lo que cuelga en las paredes, sino el edificio en sí: frescos restaurados, techos de madera y ese aire de historia vivida. Suele haber exposiciones temporales de artistas eslovenos contemporáneos, así que puede ser una parada rápida pero bonita. Por cierto, entrada simbólica o gratuita según la temporada.
La encuentras casi sin buscarla, al final del casco antiguo. Es una iglesia gótica del siglo XV con detalles barrocos añadidos después, como si fuera un remix arquitectónico. El interior es pequeño, sobrio y con bastante encanto. El techo es simplemente un regalo para la vista. Lo mejor, eso sí, es el cementerio que la rodea: tranquilo, lleno de flores y con vistas abiertas al valle.
Y a otro saltito de Bled o Liubliana, Škofja Loka es una de las ciudades más antiguas del país, con más de mil años de historia. Su nombre significa literalmente “campo de los obispos” y, de hecho, fue un señorío eclesiástico durante siglos. La ciudad fue casi destruida por un terremoto en 1511, pero se reconstruyó con más carácter aún: casas góticas, callejones empedrados y un castillo que aún vigila desde lo alto. Todo el centro parece decorado con capas de siglos y hasta tiene su propia representación histórica masiva cada 6 años: la Procesión de Škofja Loka, con 800 personas disfrazadas.
Castillo de Škofja Loka
En lo alto de una colina, domina todo el casco antiguo como si aún vigilara desde tiempos feudales. Dentro hay un museo sorprendentemente completo: etnografía, arte sacro, restos arqueológicos y vistas panorámicas del valle. Ideal para entender la historia de la región y para tomar buenas fotos.
Centro histórico
Un paseo por el centro es un viaje en el tiempo: calles empedradas, fachadas del siglo XV y XVI, el puente de los capuchinos sobre el río Selca, y la plaza principal, Mestni trg, con su antigua farmacia y la casa Homan. Todo compacto, con encanto y sin masas de turistas.
Puente de los Capuchinos (Kapucinski most) Uno de los puentes de piedra más antiguos de Eslovenia, del siglo XIV. Su forma arqueada y su entorno de cuento lo hacen uno de los rincones más fotogénicos de Škofja Loka.
Si buscas algo distinto al típico hotel junto al lago (y además quieres ahorrarte unos eurillos), el Ranč Mackadam en Duplje es un hallazgo. Está a solo 15 minutos en coche de Bled, pero parece otro mundo: un alojamiento rural rodeado de campos, caballos pastando, un río donde bañarte en verano y ese silencio que en el lago a veces se pierde entre turistas. Las habitaciones son modernas, cómodas y muy nuevas, con ese equilibrio entre lo rural y lo práctico que te hace sentir a gusto desde el minuto uno.
Lo mejor es que desde aquí no solo tienes a tiro el Lago Bled, sino también joyas menos conocidas como Škofja Loka o incluso Liubliana, que queda a menos de media hora. Es la base perfecta si quieres explorar a tu aire y volver por la tarde a un sitio tranquilo, con parking gratis, sin agobios y con anfitriones que de verdad se preocupan por que disfrutes. Vamos, que es de esos sitios que uno recomienda con ganas.
Te dejo aquí el enlace para que le eches un vistazo
Si tienes alguna duda o quieres que te personalice el viaje ¡contáctame para lo que necesites!
Sígueme en Instagram y Facebook para estar al día de todo 😉