Una vez más suena el despertador a una hora indecente. En efecto, son las 4:30h. y me preparo para un segundo intento de ver tiburones. Aunque Durban había disfrutado del sol tooooooda la semana, parece que me he traído el mal tiempo de Ciudad del Cabo. Como consecuencia, ayer mismo tuve que cambiar los planes y adelantar los tiburones (que siempre han sido mi objetivo principal) a hoy sábado, eliminando cualquier posibilidad de ver el Parque del Humedal de Isimangaliso, un paraíso de la biodiversidad.
Así que, con todos los huevos en la misma cesta, termino de preparar la mochila, tomo un zumo y un café «a palo seco» (recuerda el truco de cuanto menos lleves en el estómago, menos vomitarás en el barco) y espero a que venga Rudi a recogerme a las 5:30h de la madrugada.
Qué hacer en Durban
En un principio no tenía claro qué hacer en Durban porque Isimangaliso está relativamente lejos para hacerlo en un solo día. Además, quería hacer el Sani Pass (suerte que no elegí esta opción porque hubiera sido imposible con tanta lluvia) y, cuando valoraba la opción de ver una aldea zulú, apareció Rudi y su web, donde hablaba de la posibilidad de ver tiburones, en mar abierto y la opción de hacerlo sin jaula.
El mejor guía de Durban.
Del mismo modo que tuve que contactar mil veces con Shark Cage Diving (tienes la info en Sudáfrica por libre) a Rudi lo tenía frito a mensajes. De hecho, fue Rudi quien me ayudó a elegir el resto de actividades sin importarle si él cobraba más o menos por esa actividad.
Asimismo, ayer me indicó qué llevar en la mochila para un día como hoy, en el que, si hay la suerte que me ha faltado hasta ahora, veré tiburones ¡en plural! Por ejemplo, como ya hice en Klenbaai llevo el bañador, una toalla, la cámara acuática y ropa para cambiarnos cuando nos sequemos.
Después, en el trayecto de casi una hora desde el alojamiento a Umkomaas, que es donde vamos a hacer la actividad, me va explicando paso a paso qué hacer y cuáles son los riesgos. Entonces, hace la pregunta clave ¿con o sin jaula? le miro a los ojos para responder: ¡he venido a jugar!
Trucos para nadar seguro en mar abierto
A diferencia de Klenbaai con el Gran Blanco, y puesto que esto es sin duda subir de nivel, aquí debemos tener en cuenta algunas cosillas más que en mi primer intento de ver tiburones. Por ejemplo, nada de brilli-brilli y esto incluye anillos, pendientes, relojes, uñas pintadas… y mi única cámara acuática que es de un poco discreto color amarillo pollo. De hecho, para la cámara pequeña de acción, tenemos que usar un rotulador permanente negro y pintar los botones plateados que tiene para ocultarlos. En definitiva, no causarles demasiada curiosidad a los tiburones que se acerquen a vernos.
Por otra parte, Rudi indica cómo hay que entrar en el agua, des-pa-cito, nada de hacer bombas (vale, creo que esto tiene sentido). Además, insiste en nadar con los brazos cruzados y pegados al pecho, nada de dar brazadas imitando focas locas. En serio, si en esta parte aún no te has acojonado, es que no estás entendiendo bien la historia… Por mi parte, creo que estaba demasiado dormida aún para ser consciente de lo que Rudi decía.
Bucear en Durban
Finalmente llegamos a Umkomaas sobre las 7h. y Rudi nos presenta al equipo, súper majos (y colgados) todos, que dan una segunda charla y ofrecen las pastillas para el mareo. Luego llega el capitán, al que llaman “skipper” (ya sabréis por qué). Y, tras una intensa charla sobre el maldito tiempo de Sudáfrica, en la que Rudi insiste en que he venido al país solo por los tiburones, el Skipper decide dar su visto bueno para ir al mar. En este momento no quepo en mí misma. De hecho, no sé si tiemblo de frío o de nervios. En realidad, creo que por ambos…
En vez de hacerlo directamente con la escuela de buceo, decidí hacerlo a través de Rudi por tres razones de peso. Primero, Rudi solo estará conmigo, independientemente de cuánta gente vaya en el barco, Rudi es mi guía exclusivo y lleva haciendo esto muchísimos años. Por otra parte, además de un guía súper entregado es fotógrafo y va a grabar la experiencia y a editar un vídeo (ya incluido en el precio). Por último, y lo más importante, ha prometido defenderme con su vida. En efecto, está más colgado que yo…
Empieza la aventura
Con todo listo (traje de buceo, cámaras, gafas y snorkel) montamos en la parte trasera de la camioneta que a su vez lleva la lancha enganchada. En la lancha neumática, a la que llaman “rubber duck”, van los instructores y en la parte trasera de la camioneta vamos las ricas víctimas. Después de un paseíto de unos 10-15 minutos bajo la bonita lluvia sudafricana y con el viento correspondiente, llegamos a la playa.
Finalmente, nos bajamos todos y el conductor desinfla las ruedas al remolque y a la camioneta para poder moverse en la arena. Sin duda, es más sencillo para acercarse a la orilla y ponerse de espaldas. En este punto, solo el capitán sigue en la lancha atento a la marea, cuando está lo suficientemente lejos grita al conductor para que deje la lancha en el sitio clave. Entonces todos se ponen a correr antes de que vuelva la marea, desenganchan la lancha de la camioneta que sale pitando, llega el agua y todos empujan la lancha justo a tiempo para meterla en el mar.
En realidad aún no hemos empezado y ya estoy flipando con la maniobra… Mientras algunos aguantan la lancha en la orilla, nos empezamos a subir el resto, primero los torpes. Realmente no sé si considerarme torpe, pero cuando intento meter un pie en el agua, llega una ola y me revuelca enterita. En efecto, menudo festín (de postín) se van a dar conmigo.
El skipper y el mar
Y aquí es donde nos enteramos por qué le llaman skipper al majete capitán. En realidad la parte de meter la lancha en el agua era fácil, lo difícil es tener narices para meter la lancha mar adentro con olas de hasta 3 metros. Por supuesto, nos piden que nos pongamos los chalecos salvavidas y nos agarremos a la cuerda que rodea la lancha y que nos sirve de agarradera. También hay cuerdas en el centro de la lancha para poder meter los pies. Después, comienzan las maniobras y la banana loca me parece un juego de bebés al lado de los botes que vamos dando, esquivando olas a izquierda y derecha, surfeando sobre ellas, retrocediendo para evitar un drama. Por fin, el skipper encuentra un hueco y nos hace volar… Sin duda, lo mejor de todo es el ambiente, los instructores y Rudi hacen que todo parezca fácil y divertido, y eso se agradece.
A continuación, ya sin chalecos, nos adentramos 8 km a toda velocidad. Así que en unos minutos llegamos al lugar clave, paramos, miramos alrededor y me quema mucho, muchísimo, el estómago: estamos rodeados de aletas de TIBURÓN.
Aunque han pasado ya un par de meses, soy incapaz de recordar este momento sin alterarme, sorry!!!
Nadar con tiburones
Pues nada, aquí estamos, lloviendo, en una lancha neumática en mitad del mar, a 8 km de tierra y rodeados de tiburones, con menos, Tarantino se marca un taquillazo. Sin embargo, Rudi está tan tranquilo, como si llevara media vida haciendo esto y nos pide que vayamos preparando el “equipo”. Primero nos ponemos las aletas y luego Rudi nos dice que limpiemos las gafas con el agua del mar pero nos advierte que lo hagamos despacito y con cuidado. ¿Hola?, ¿con cuidado? Se supone que luego me voy a meter entera ahí dentro…
Después, nos colocamos las máscaras, el tubo y vemos como Rudi se mete en el mar deslizándose suavemente por el borde de la lancha. En realidad, en este momento, no veo ninguna aleta detrás de él, hemos elegido el lado opuesto a los tiburones. por fin, llega miturno, me deslizo lentamente y entro al agua con suavidad, todo controlado, sin nervios. Y cruzo las manos en mi pecho casi por defecto.
Entonces, Rudi me recuerda que no debemos alejarnos más de 1 metro de él para que pueda agarrarnos fácil si pasa algo. En realidad, sigo sin ver aletas, pero al meter la cabeza en el agua se me escapa un grito, cuento decenas de tiburones dando vueltas a mi alrededor, tengo la sensación de estar en una peli de terror. Sin embargo, es uno de los sueños de mi vida: estoy rodeada de tiburones.
La diferencia entre un sueño y un objetivo es una fecha.
Aunque creí que era difícil estar constantemente nadando con los brazos cruzados, me doy cuenta de que lo hago sin pensar, va a ser eso que llaman algo así como instinto de supervivencia… La verdad, no tengo la sensación de miedo en ningún momento, ni siquiera cuando vienen hacia mí y parece que les resulto invisible, porque no cambian su rumbo y acaban rozándome con la aleta ¿me estarán probando y yo aquí tan féliz?
A pesar de llevar el tubo de respiración, a veces saco la cabeza del agua. Entonces me doy cuenta del error: los tiburones están bajo el agua, no veo sus aletas pero sé que están ahí. Y, claro, cuando vuelvo a meter la cabeza en el agua, me sorprendo a mi misma gritando al ver que estoy rodeada de tiburones de hasta 4 metros. Vaya, tal vez no sea un error… En realidad es como si volviera a verlos por primera vez y la adrenalina se me dispara. Si te parece una tontería, te animo a probarlo 😛
Una imagen vale más
Quizás Rudi se esté arrepintiendo de habernos insistido en que no nos separemos más de un metro de él, le está resultando bastante complicado sacarnos en el plano del vídeo… Por ello, nos avisa para que permanezcamos juntos mientras él se separa un poco. Vale, Rudi, aléjate pero no mucho, recuerda el detallito ese de que prometiste defenderme con tu vida.
Tal como dicen, una imagen vale más que mil palabras. Aunque yo estoy convencida de que ni siquiera este video permite hacerte una idea de lo que se siente realmente ahí abajo, rodeada de tiburones en mar abierto, en su terreno. Tampoco de la sensación que te produce que te rocen por detrás, no lo ves, pero sabes que es uno de ellos curioseando. Tal vez pienses que estaba vendida totalmente, a la merced de esos peligrosos y temidos bichos. No te voy a decir que no muerden, mentiría, pero tenemos una imagen demasiado negativa de ellos y experiencias como la que hoy tuvimos lo demuestran.
Comer en Durban
Por lo visto estuve más de una hora disfrutando de esta aventura. Por desgracia, la tormenta se volvió eléctrica y tuvimos que volver a tierra casi volando. Después, de vuelta en las instalaciones del club de buceo, nos dimos una ducha y bicheamos por la tienda del Club. Efectivamente, no podía volverme sin un recuerdo, encontré un fósil de Megalodón y me lo traje junto con una camiseta del club. En serio, un diente de Megalodón de Sudáfrica, estoy bordando el día con mi frikismo…
Son las 11:30h., nos despedimos de l@s chic@s del Club de Buceo y nos vamos justo al restaurante de la esquina a comer con Rudi. También está incluida la comida en el precio y, tras varias horas en el agua y sin desayunar, poco nos importa que sean menos de las 12pm. Además, el restaurante tiene unas vistas geniales de la playa y disfrutamos tanto de la comida como del paisaje.
Finalmente, Rudi me lleva a casa y por el camino vamos planeando el día siguiente. Aunque no son ni las 15h. estoy derrotada y decido quedarme en el apartamento a descansar. Además, la tormenta está apretando y no cesa en toda la tarde. De hecho, hace tan mal tiempo que Anne y Andre vienen a preguntar si todo bien y me ofrecen hacerme algo de cena para no tener que salir a la calle. Una vez más, poca opción me deja el tiempo.
No obstante, estoy muy satisfecha con el día, he cumplido mi objetivo principal con creces, no solo he visto tiburones, he nadado con ellos. ¿Será lo mejor del viaje?
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