Chapman’s Peak, Península, Pingüinos de Simon’s Town, St. James y Bo kaap.
Sudáfrica. Día 5: Chapman’s Peak, Península, Pingüinos de Simon’s Town, St. James y Bo kaap.
Por desgracia, es mi último día en Ciudad del Cabo, así que toca levantarse tempranito para aprovecharlo. En principio, este es el plan: cruzar el Chapman’s Peak drive de camino a Península para ir a Cabo de Buena Esperanza, subir por el este para ver la colonia de pingüinos de Simon’s Town y la playa de St. James. Para terminar, reservo unas horas en un hotel del centro para poder dejar el coche y las maletas y ver Long Street y Bo-kaap antes de irnos al aeropuerto.
Chapman’s Peak drive
Una vez más hace un tiempo de pena, pero por suerte la ruta de hoy no requiere mucho tiempo al aire libre. Al contrario, será todo el rato en coche y solo bajaré de él en los puntos clave. Así que, maletas al coche y camino a la famosa ruta de Chapman’s Peak, de tan solo 9 km pero con 114 curvas. Por suerte para ti, llevo señaladas las mejores “paradas” de la ruta para bajar exclusivamente donde merece la pena y te las dejo aquí:
Aunque dicen que cualquier época es buena para recorrerla, de diciembre a marzo te puedes incluso dar un chapuzón en el Atlántico. Sin embargo, en verano puede que la encuentres cerrada por fuertes lluvias. Sea como sea, por unos 3€ que cuesta el peaje, es impepinable para mí comprobar si Chapman’s Peak drive es justamente considerada una de las rutas costeras más bellas del mundo.
En realidad la Chapman’s Peak se me hace súper corta, a pesar de las paradas que he hecho, donde, por cierto, encontrarás oportunos vendedores ambulantes. Sin embargo, una vez finalizada la “ruta oficial”, me sorprende que la carretera al Cabo de Buena Esperanza está repleta de pueblecitos entre montañas, acantilados y el inmenso océano. Así que seguimos disfrutando del recorrido ¡no guardes la cámara!
Cabo de Buena Esperanza
Sin apenas darme cuenta, a las 11h. estoy en la entrada del Cabo de Buena Esperanza que en un principio era conocido como Cabo de las Tormentas (no te lo tengo ni que explicar, ¿verdad?). Pero en el s.XV descubrieron que pasando este cabo se podía seguir navegando hacia el este, en concreto hacia la India, y le cambiaron el nombre por Cabo de Buena Esperanza.
Pues así es, esperanza es lo que tienes que tener a la hora de intentar hacerte una foto aquí sin (mucha) gente. Por suerte, al ir en coche propio puedo esperar a que se vayan los autobuses cargados de turistas incivilizados y pasar tanto rato como se quiera explorando la zona. Aunque estoy algo limitada por el horario previsto, paso unos 40 minutos flipando con los acantilados y las vistas del lugar.
A pesar de que este punto se confunde como el más al sur de África, y así se ha creído durante mucho tiempo, en realidad este título real lo tiene el Cabo Agulhas, donde se encuentran el Atlántico y el Índico, a unos 150km de aquí. No obstante, el Cabo de Buena Esperanza es infinitamente más conocido (y turístico) y, por qué no decirlo, atractivo tanto por su belleza como por su fauna y ¡no hace casi viento!
Simon’s Town
Hubiera sido ideal acercarse a Cape Point o incluso hacer la ruta a pie. Sin embargo, cuando por falta de tiempo tuve que decidir entre ambos cabos opté por descartar Cape Point, ya que el principal atractivo son los faros. Y, la verdad, tras visitar Nueva Zelanda cualquier faro me parece poca cosa… Así que, sin perder más tiempo, salgo del Cabo en dirección a Simon’s Town para ver la colonia de pingüinos de Boulder’s Beach.
Truco para visitar Boulder’s Beach
Aunque la carretera estaba extrañamente transitada, como habrás visto en el vídeo, llego en 30 minutos (sobre las 12:30h.) y aparco en el parking de la playa que está menos concurrido que el de la entrada a la colonia. Y este es otro truco para ti: hay dos zonas para visitar pingüinos de Boulder’s Beach. Por una parte tienes la entrada a la colonia, que es la que está más al norte. Por otra, tienes la del aparcamiento gratuito (también con un “gorrilla”) que da acceso directo a la playa “Boulders Beach Strandbad”.
Aunque la famosa sea la primera y la entrada solo cuesta menos de 5€/persona, hay más turistas, y no tienes acceso a la playa, sino a unas plataformas sobre ella. Sin embargo, Boulders Beach Strandbad es un acceso directo a la playa y, por tanto, a los pingüinos. En realidad, ésta última es mucho más pequeña pero más auténtica.
En resumen, lo ideal es aparcar en el parking gratuito que hay en la zona sur, entrar a la playa y luego salir y pasear por el camino hacia la entrada más al norte. Según vas caminando vas viendo pingüinos, tortugas y dassies a ambos lados del sendero. Además, si te queda tiempo, puedes entrar en la colonia.
Pingüinos en el camino entre los dos puntos de Boulder’s Beach.
Entrada norte de Boulder’s Beach.
Mi segundo escapista
De nuevo, la sorpresa me espera al final de la visita, de camino al aparcamiento gratuito hay señales de advertencia para que compruebes que bajo el coche no hay ningún pingüino. Aunque parezca de atrezzo, en realidad este amable escapista estaba echándose una siesta junto al cartel. Por supuesto, no tengo ni que decirte que hay que ser respetuosos con ellos (aunque a mí me hubiera encantado apretujarlo fuertemente).
La colorida playa de St. James
Así que, tras este bonito reencuentro, me pongo en marcha a St. James. En realidad, tanto la playa de St. James como la de Muizenberg tienen las famosas casetillas de colores, y cualquiera de ellas merece una parada. Pero St. James pilla más cerca, está menos concurrida y tiene cierto encanto con la vía de tren sobre la misma playa. Una vez más, prueba suerte y apostamos por lo menos turístico.
Por tanto, menos de 30 minutos después, aparco en la misma estación de St. James (justo aquí). Por suerte, nada más aparcar, entre la estación y el parking veo un paso peatonal subterráneo, como en dirección a la playa, cruzo y a la izquierda ya veo las famosas casetillas ¡triunfazo!
Así, casi sin nadie, para hacer las fotos y disfrutar tranquilamente un rato de las vistas. Estoy casi segura de que en Muizenberg no hubiera conseguido tanto por tan poco. Por este motivo, decido ni parar en la segunda playa e ir directa al hotel del centro de Ciudad del Cabo, ONOMO Hotel Cape Town que me han dejado la habitación con parking en solo 30€.
Un nuevo cambio de planes (bendito tiempo)
Aunque en un principio mañana sábado tocaba visitar Isimangaliso y el domingo intentar nadar con tiburones, de camino a la ciudad miro el tiempo y casi «me infarto». Lo que era una bonita semana soleada en Durban, se había convertido en tormenta los próximos dos días. De hecho, justo los dos días que iba a pasar allí. Por este motivo, contacto con Rudi, mi guía de Durban, y le pido que compruebe qué día es mejor para intentar ver tiburones.
Asimismo, le dejo claro que mi prioridad son los tiburones, aunque ello implique no poder ir a Isimangaliso. Así que Rudi habla con el capitán de la embarcación y concluyen que el sábado hay menos posibilidades de cancelarlo que el domingo. Una vez más, cambio de planes in extremis, espero que sirva de algo…
El centro de Ciudad del Cabo
Llego sin problemas en unos 40 minutos y aparco en la puerta del hotel. Tras un pequeño cambio de outfit me voy a la calle en dirección a Long Street y Bo-kaap. En realidad, el hotel tiene la entrada en el famoso mercado de Greenmarket Square y toda la tranquilidad y paz de la que habíamos disfrutado en el hotel de Camps Bay desaparece.
A pesar de llevar varios días ya en Ciudad del Cabo, solo cuando ha sido en la playa de Camps Bay que sentí cierto “acoso”. Pero esta vez es peor, el mercado está lleno de mendigos ciertamente insistentes e incluso agresivos. Por eso, salgo a pie pero a toda prisa de la zona, en dirección a Bo-Kaap, sin parar ni a comer aunque ya son casi las 15h.
En realidad, en este colorido barrio musulmán, cuyo origen se debe a los primeros esclavos malayos, solo tienes que pasear y disfrutar de las vistas. Aunque está en el centro de la ciudad, no es el mismo agobio que tuve junto al hotel en ningún momento. Hoy en día es considerada una zona turística segura, siempre de día, recuerda que la noche no es amiga del turista en esta ciudad. En concreto, te recomiendo moverte entre Wale Street y Chiappini St, que para mí son las calles más bonitas del barrio.
Así que, tras una paseo de media hora en Bo Kaap, nos vamos a Long Street buscando algún sitio para comer. Sin embargo, no podemos evitar entrar en uno de los mercados de la calle para acabar regateando y comprando decenas de recuerdos de la ciudad. De hecho, me parece el mejor sitio para comprar recuerdos de toda la ciudad, hay mucha variedad y buenos precios (esto último depende de tu maña para regatear).
El centro de Ciudad del Cabo
Por desgracia, se hace tan tarde que termino comiendo en el burguer king de la esquina del hotel. Aunque la distancia es de tan solo 30 metros, en el trayecto al hotel me cortan el paso 3 mendigos insistentes que ya me habían echado el ojo antes. Definitivamente, el centro no es el mejor lugar para alojarse, no quiero ni imaginarlo de noche.
Finalmente, tras una rápida ducha pongo camino al aeropuerto, son las 17h. y mi vuelo sale a las 20h. Pero no contaba con el horrible tráfico de Ciudad del Cabo un viernes tarde y lo que se supone eran 20 minutos de trayecto se convierten en casi 1 hora. De hecho, en esa hora de atasco, es cuando te das cuenta de la suerte que había tenido hasta ahora en la carretera, porque los famosos mini buses que llevan trabajadores a las Townships se saltan todas las normas posibles de tráfico provocando situaciones bastante peligrosas. Y hoy están por todos lados.
Por fin llego al aeropuerto, casi sobre la bocina… En esta ocasión vuelo por primera vez con Mango Airlines y la verdad es que la experiencia es positiva. Aunque reservé los billetes por 75€ y los asientos por menos de 3,5€ para un vuelo de 2 horas Ciudad del Cabo-Durban, en función de la hora de salida hay precios más baratos aún.
Durban
Finalmente llego a Durban a las 22h., rota del intenso día. Por suerte, Andre’s House, donde habíamos reservado, me venían a recoger (tienes más info en la sección Reservas paso a paso). De hecho, nos recoge Andre, el dueño del alojamiento, y además, nos reciben con una rica cena hecha por la dueña, la encantadora Annatjie. En fin, Durban pinta muy bien y aún no he empezado, ¿tendr´w la misma suerte mañana con los tiburones?
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